lunes, 6 de abril de 2009

Confesiones de una compradora compulsiva, o cómo perder 2 horas de tu vida


Anoche, sola en casa y con ganas de desconectar, decidí ver Confesiones de una compradora compulsiva, más por mi afición por la moda que por mi amor hacia el séptimo arte. Sinceramente, lo llego a saber y no la veo, porque me decepcionó tanto en lo uno como, por supuesto, en lo otro.

Evidentemente, no esperaba encontrarme ante una joya, sabía que me enfrentaba a un argumento vacío sin demasiadas pretensiones, pero la verdad es que esperaba mucho más de esta película. Quizás, el problema radique en que sus personajes son incapaces de transmitir nada, hasta tal punto que cuando se suponía que estaba por llegar el momento álgido del film, a mí me daba exactamente igual lo que les pasara.

Por otra parte, todo resulta tan previsible y, a la vez, tan inverosímil, que el posible interés hacia la película desaparece conforme ésta avanza. Era tal el desinterés provocado que en plena comedia, los gags humorísticos (por llamarlos de algún modo) más que risas me provocaban intensos bostezos y continuas consultas de la hora que era.

En cuanto a los personajes, nada parece tener sentido. Rebecca Bloomwood, una chica a la que su madre martirizaba comprándole siempre lo más barato y nunca lo más bonito, es una periodista que trabaja en una revista de jardinería, lo cual le permite poseer infinidad de tarjetas de crédito y comprar en las grandes firmas como Luis Vuitton, Gucci o Yves Saint Lauren. Y digo yo, ¿para qué está H&M, American Apparel, Zara...? Pero, además, éste símil de Una rubia muy legal, tan tonta como cursi, consigue un importante puesto en una revista financiera (Successful Saving) gracias a un artículo que, en realidad, iba para Alette, la revista de moda de sus sueños. Y no sólo eso, sino que continúa escribiendo artículos hasta llegar a ser la Carrie Bradshaw de la revista, o incluso más.

Es con esta revista con quien entra en juego, el personaje de Luke Brandon, un apuesto editor que... bueno, tampoco falta decir más, con las palabras "comedia" y "romántica" es más que suficiente para imaginarse el resto. Además, hay una rubia mala malísima, una editora con acento francés, una amiga loca que se casa, una secretaria aparentemente reprimida, unos padres raros, un cobrador de deudas, un baile, una cena, reuniones de compradores anónimos y una bufanda verde con un destino claro.

En fin, una película sin sentido alguno y aburrida hasta tal extremo que ni siquiera el estilismo de Patricia Field, quien vistió a Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York, consigue llamar la atención.

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