jueves, 11 de febrero de 2010

Crónicas de Tannhäuser: Un condenado a muerte se ha escapado

"Tenía que actuar pero no podía.
Con las dos manos percibía el latir de mi corazón.
¿Estaba sentado? ¿Se encendía un cigarrillo?
No llegaba hasta mí. Estaba ahí, a dos metros de mí."

Fontaine, Un condenado a muerte se ha escapado


Dentro de la extensa lista de películas que tratan sobre la segunda guerra mundial y en particular sobre la ocupación alemana de Francia hay una película que llama la atención, es un film silencioso, distinto, ya lo dijo Bresson en sus Notas sobre el cinematógrafo; “Construye tu película sobre lo blanco, sobre el silencio y la inmovilidad”, justamente de eso trata Un condenado a muerte se ha escapado.

Robert Bresson fue un director francés que se caracterizó por tener una mirada distinta a la habitual, su visión cinematográfica buscaba una excelencia audiovisual donde primaba más la mirada, la atmósfera, la puesta en escena, el silencio y el fuera de campo. Su búsqueda de la perfección y el carácter purista que tenía le llevaron a trabajar con el mínimo de elementos posibles e incluso con actores no profesionales para ganar mucho más realismo y eliminar los elementos ficticios y que según él quitaban realismo en sus films. Su particular estilo le valió el apoyo de la crítica europea hasta ser reconocido mundialmente como uno de los cineastas más importantes de su época.

Bresson sufrió como tantos otros franceses la crudeza de la ocupación alemana, en su caso, fue apresado durante más de un año en un campo de concentración alemán. El cineasta siempre quiso llevar a la pantalla una historia similar a la suya y no pudo hacerlo hasta 1956, cuando encontró un texto de André Devigny llamado Les leçons de l’énergie: un condamné à mort s’est échappé. El director consiguió unir sus vivencias personales con la historia que contaba la novela, esto, unido a su peculiar estilo hicieron de Un condenado a muerte se ha escapado una de las películas más brillantes de la década de los 50.


Situémonos en Lyon, 1943. El teniente Fontaine (François Leterrier) ha sido condenado a muerte por el ejército alemán por volar un puente. Una vez encarcelado en la prision de Montluc, Fontaine decide escaparse. Fontaine lo tendrá difícil, más que difícil, imposible. La prisión está muy bien vigilada y las probabilidades de escapar de ella son ínfimas, sin embargo, goza de la simpatía de los compañeros de las celdas contiguas que le dan pistas para salir además de servirse de las pocas herramientas que hay en su celda.


En mi opinión, Un condenado a muerte se ha escapado es un film que se ha de ver sí o sí. Estamos ante un film brillante que jugará con nuestros nervios hasta llevarlos al extremo. No sólo es brillante en su tempo sino también en la manera de tratar el espacio. La celda en la que se encuentra el protagonista es realmente austera, vacía y deprimente, en cambio, Bresson trata la atmósfera sonora de una manera muy particular, en ella podemos descubrir detalles en los que no repararíamos habitualmente como pueden serlo unos pasos en la celda contigua, unos golpecitos en la pared, las voces de los guardias en el exterior de la celda o el cantar de los pájaros tras los fríos y gruesos muros de la cárcel.

Bresson es el maestro del fuera de campo, si alguien tiene alguna duda sobre ello que mire este film; todo es fuera de campo, es capaz de hacernos un mapa detallado de la cárcel solamente con el sonido.
Es una película parca en palabras, donde una mirada o un gesto adquieren una relevancia vital, depende de cómo puede costarte la vida.


Recabando en este último punto me gustaría recordar la frase de uno de mis profesores de guión; “No hace falta que los personajes hablen para que haya un diálogo”. De hecho, Me gustaría ir más allá, en este film no sólo es importante la comunicación no verbal sino que también hay un diálogo interno y latente, un juicio permanente en la cabeza del protagonista que nos va detallando poco a poco los pasos para poder salir de la celda, aunque en realidad, en el trasfondo de esas palabras se encuentra un canto por la libertad, una eterna necesidad de huir.

Fontaine podría haber sido un personaje que se hubiera rendido ante la adversidad, quizás hubiera decidido vivir en esa celda resignado esperando a que le llegue la hora. Aquí, Bresson nos plantea otro discurso que es el de tener derecho a vivir dignamente o en este caso, morir dignamente. El orgullo y el ansia de libertad de Fontaine harán que haga lo posible por salir de la cárcel, por huir de su muerte aunque ese sea un sueño casi inalcanzable, en definitiva, no sólo basta con la supervivencia, sino con luchar por vivir una vida digna de ser vivida.

Concluyendo, Un condenado a muerte se ha escapado es un ejemplo perfecto de como se ha de trabajar y dominar la imagen teniendo en cuenta el fuera de campo, una maravilla acústica que te imbuye en la historia casi como en una holofonía; bienvenidos al mundo de Bresson y los sonidos del silencio.

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