"Ya podría estar ardiendo todo este sistema eléctrico que
yo no podría ni abrir el grifo de la cocina sin rellenar el impreso 27B/6."
Harry Tuttle, Brazil
yo no podría ni abrir el grifo de la cocina sin rellenar el impreso 27B/6."
Harry Tuttle, Brazil
En 1984, el director británico Michael Radford se encontraba en pleno rodaje de 1984, una adaptación de la novela de George Orwell protagonizada por John Hurt y Richard Burton. Su fiel y acertada adaptación obtuvo un éxito merecido, la obra actualmente ficha como una de las películas británicas más importantes de los 80 y como una referencia dentro del cine de ficción.
Paralelamente, también en tierras británicas se encontraba Terry Gilliam a punto de comenzar a rodar lo que sería 1984 1/2, una especie de parodia de la novela de Orwell con ciertos tintes fellinianos que pretendía ser una especie de secuela de la anterior película de Gilliam, Los héroes del tiempo (la última de la trilogía sería Las aventuras del barón Munchausen) . El guión fue escrito por Gilliam, Tom Stoppard y Charles McKeown respectivamente; sus profundos cambios y transformaciones que fue sufriendo con el paso del tiempo lo acabaron convirtiendo en una especie de engendro extraño que estaba a medio camino entre la obra de Orwell, Kafka y un humor negro enfermizo. Finalmente y tras el reciente estreno de 1984, Gilliam decidió cambiar el título de la película por Brazil.
La pregunta que rondaba por la cabeza de todos y cada uno de los integrantes del equipo del film era: “¿Qué es Brazil?”, algo a lo que sólo Gilliam podía responder, en este caso, su respuesta fue: “La imposibilidad de escapar de la realidad”. Jonathan Pryce, que interpreta al protagonista (Sam Lowry), puso su granito de arena definiéndola como: “Mitad sueño, mitad pesadilla”, a lo que el guionista McKeown añadió: “Es como abrir el cráneo de Gilliam y mirar que es lo que hay dentro”.
Digamos que aún hoy en día es una película difícil de definir en pocas palabras o catalogar sin temor a dejarte algo en el tintero, sin embargo, es quizás el mejor trabajo de Gilliam, en ella se volcó durante años, se desmelenó completamente y pudo imprimir su talento en una de las películas más surrealistas de la historia.
El contexto del film se sitúa en un futuro hipotético que combina el totalitarismo fascista o estalinista de mediados del siglo pasado con las peores maneras de la burocracia y las locuras de los años ochenta como la moda por la cirugía plástica. Todo parte de un error absurdo que se produce cuando una mosca aplastada cae dentro de una impresora provocando que haya un error al escribir uno de los nombres que está escribiendo en una lista, concretamente de Tuttle (Robert de Niro) a Buttle. Las consecuencias son la muerte del inocente señor Buttle. Mientras tanto, Sam Lowry (Jonathan Pryce), un funcionario del Estado se encarga de investigar el suceso. Casualmente, se enamora de la vecina del señor Buttle, una mujer que lleva tiempo apareciéndole en sueños, responde al nombre de Jill Layton (Kim Greist). Poco a poco intenta acercarse a ella y subir en el escalafón social para saber mucho más sobre el caso Buttle y sobre la chica misteriosa. Lowry termina por ser un peligro para el Estado; pasa de ser un funcionario ejemplar del gobierno a unirse a la causa rebelde sólo por amor.
Al terminarla, la Universal redujo el metraje de 132 minutos a 94, también modificaron el final transformándolo en algo más similar a Sonrisas y lágrimas que no ha 1984. La película fue un fracaso comercial y provocó que las puertas de Hollywood se cerraran una vez más ante las narices del excéntrico director. El destino, sin embargo, fue mucho más justo con la obra de Gilliam ya que la versión original (132 minutos) se conservó y con el paso de los años se ha convertido en una obra de culto y una de las mejores películas de todos los tiempos.
Volvamos hacia atrás y recordemos la frase de Gilliam: “Brazil es la imposibilidad de escapar de la realidad”. Sam Lowry es un funcionario que vive una vida monótona y rutinaria, no tiene ninguna ambición y su carácter escrupuloso y maniático le aleja bastante de considerársele una persona sociable. Lowry se limita a caminar como un robot de su casa al trabajo y del trabajo a casa, cumpliendo las órdenes que le vienen desde “arriba” y comportándose como un modelo dentro de una sociedad “perfecta” y odiosamente efectiva. Pero Lowry es humano, tiene sueños y anhelos como todo el mundo, en ellos se ve como un superhéroe alado que vuela por los cielos intentando encontrar a su gran amor. El conflicto viene en el momento en el que Lowry conoce a esa chica en el mundo real.
La sociedad en la que transcurre la acción vive (o sobrevive) bajo el poder de un gobierno cruel, opresor y manipulador que prohibe entre otras muchas cosas, que la gente se enamore, por lo tanto, se puede afirmar que la visión de Gilliam concuerda perfectamente con la versión distópica de Orwell siguiendo una misma trama central.
Aunque no hay que olvidar que hablamos de Gilliam, un director capaz de unir la música de Ary Barroso con el tema Aquarela do Brasil con 1984 y una pizca de El proceso de Kafka.
El film es muy barroco y está repleto de situaciones absurdas, o si lo preferís, exageradamente exageradas. Gilliam hace uso de todas sus armas para narrar su historia desde tremendos angulares, juegos con lupas, un uso excelente de las maquetas y los efectos especiales. Es admirable el trabajo de arte, vestuario y maquillaje, todos en la misma línea decadente, kitsch y gilliamesca. Cada plano de Brazil es complejo, cada secuencia es un reto; “Me miento a mi mismo cuando pienso que algo es posible y fácil de hacer”, Gilliam dixit.
Me gustaría dejarlo aquí, no se si es mejor no saber mucho sobre la película antes de verla o todo lo contrario. De Brazil siempre recordaré el papel de De Niro, genial como siempre, cada vez que aparece en pantalla te sacude por dentro, siempre transmite esa sensación de que cualquier cosa puede ocurrir, aunque de esto último ya se encarga el propio Gilliam, especialista en destrozar todas las escenas, ya sea mediante una gran amenaza, una explosión o la aparición de algún personaje estrambótico.
También es imposible quitarte de la cabeza el tema de Aquarela do Brasil, que se repite de manera enfermiza durante el devenir de la historia y simboliza ese paraíso deseado por todo el mundo, desgraciadamente, un lugar perteneciente al mundo de los sueños, sin duda.
Gilliam, Gilliam.
Paralelamente, también en tierras británicas se encontraba Terry Gilliam a punto de comenzar a rodar lo que sería 1984 1/2, una especie de parodia de la novela de Orwell con ciertos tintes fellinianos que pretendía ser una especie de secuela de la anterior película de Gilliam, Los héroes del tiempo (la última de la trilogía sería Las aventuras del barón Munchausen) . El guión fue escrito por Gilliam, Tom Stoppard y Charles McKeown respectivamente; sus profundos cambios y transformaciones que fue sufriendo con el paso del tiempo lo acabaron convirtiendo en una especie de engendro extraño que estaba a medio camino entre la obra de Orwell, Kafka y un humor negro enfermizo. Finalmente y tras el reciente estreno de 1984, Gilliam decidió cambiar el título de la película por Brazil.
La pregunta que rondaba por la cabeza de todos y cada uno de los integrantes del equipo del film era: “¿Qué es Brazil?”, algo a lo que sólo Gilliam podía responder, en este caso, su respuesta fue: “La imposibilidad de escapar de la realidad”. Jonathan Pryce, que interpreta al protagonista (Sam Lowry), puso su granito de arena definiéndola como: “Mitad sueño, mitad pesadilla”, a lo que el guionista McKeown añadió: “Es como abrir el cráneo de Gilliam y mirar que es lo que hay dentro”.
Digamos que aún hoy en día es una película difícil de definir en pocas palabras o catalogar sin temor a dejarte algo en el tintero, sin embargo, es quizás el mejor trabajo de Gilliam, en ella se volcó durante años, se desmelenó completamente y pudo imprimir su talento en una de las películas más surrealistas de la historia.
El contexto del film se sitúa en un futuro hipotético que combina el totalitarismo fascista o estalinista de mediados del siglo pasado con las peores maneras de la burocracia y las locuras de los años ochenta como la moda por la cirugía plástica. Todo parte de un error absurdo que se produce cuando una mosca aplastada cae dentro de una impresora provocando que haya un error al escribir uno de los nombres que está escribiendo en una lista, concretamente de Tuttle (Robert de Niro) a Buttle. Las consecuencias son la muerte del inocente señor Buttle. Mientras tanto, Sam Lowry (Jonathan Pryce), un funcionario del Estado se encarga de investigar el suceso. Casualmente, se enamora de la vecina del señor Buttle, una mujer que lleva tiempo apareciéndole en sueños, responde al nombre de Jill Layton (Kim Greist). Poco a poco intenta acercarse a ella y subir en el escalafón social para saber mucho más sobre el caso Buttle y sobre la chica misteriosa. Lowry termina por ser un peligro para el Estado; pasa de ser un funcionario ejemplar del gobierno a unirse a la causa rebelde sólo por amor.
Al terminarla, la Universal redujo el metraje de 132 minutos a 94, también modificaron el final transformándolo en algo más similar a Sonrisas y lágrimas que no ha 1984. La película fue un fracaso comercial y provocó que las puertas de Hollywood se cerraran una vez más ante las narices del excéntrico director. El destino, sin embargo, fue mucho más justo con la obra de Gilliam ya que la versión original (132 minutos) se conservó y con el paso de los años se ha convertido en una obra de culto y una de las mejores películas de todos los tiempos.
Volvamos hacia atrás y recordemos la frase de Gilliam: “Brazil es la imposibilidad de escapar de la realidad”. Sam Lowry es un funcionario que vive una vida monótona y rutinaria, no tiene ninguna ambición y su carácter escrupuloso y maniático le aleja bastante de considerársele una persona sociable. Lowry se limita a caminar como un robot de su casa al trabajo y del trabajo a casa, cumpliendo las órdenes que le vienen desde “arriba” y comportándose como un modelo dentro de una sociedad “perfecta” y odiosamente efectiva. Pero Lowry es humano, tiene sueños y anhelos como todo el mundo, en ellos se ve como un superhéroe alado que vuela por los cielos intentando encontrar a su gran amor. El conflicto viene en el momento en el que Lowry conoce a esa chica en el mundo real.
La sociedad en la que transcurre la acción vive (o sobrevive) bajo el poder de un gobierno cruel, opresor y manipulador que prohibe entre otras muchas cosas, que la gente se enamore, por lo tanto, se puede afirmar que la visión de Gilliam concuerda perfectamente con la versión distópica de Orwell siguiendo una misma trama central.
Aunque no hay que olvidar que hablamos de Gilliam, un director capaz de unir la música de Ary Barroso con el tema Aquarela do Brasil con 1984 y una pizca de El proceso de Kafka.
El film es muy barroco y está repleto de situaciones absurdas, o si lo preferís, exageradamente exageradas. Gilliam hace uso de todas sus armas para narrar su historia desde tremendos angulares, juegos con lupas, un uso excelente de las maquetas y los efectos especiales. Es admirable el trabajo de arte, vestuario y maquillaje, todos en la misma línea decadente, kitsch y gilliamesca. Cada plano de Brazil es complejo, cada secuencia es un reto; “Me miento a mi mismo cuando pienso que algo es posible y fácil de hacer”, Gilliam dixit.
Me gustaría dejarlo aquí, no se si es mejor no saber mucho sobre la película antes de verla o todo lo contrario. De Brazil siempre recordaré el papel de De Niro, genial como siempre, cada vez que aparece en pantalla te sacude por dentro, siempre transmite esa sensación de que cualquier cosa puede ocurrir, aunque de esto último ya se encarga el propio Gilliam, especialista en destrozar todas las escenas, ya sea mediante una gran amenaza, una explosión o la aparición de algún personaje estrambótico.
También es imposible quitarte de la cabeza el tema de Aquarela do Brasil, que se repite de manera enfermiza durante el devenir de la historia y simboliza ese paraíso deseado por todo el mundo, desgraciadamente, un lugar perteneciente al mundo de los sueños, sin duda.
Gilliam, Gilliam.
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