viernes, 11 de junio de 2010

Crónicas de Tannhäuser: El cazador (The Deer Hunter)

“Me siento muy distante, y siento que estoy muy lejos de aquí.”

Michael, El cazador


Michael Cimino será recordado como el director más fugaz, volátil, inestable y extravagante que se haya visto en un estudio de Hollywood. Actualmente tiene que buscar financiación en productoras independientes y estrena, de media, una película y media por década (con la calma). Hollywood le dio la espalda, le pegó tal patada en el culo que ningún estudio con dos dedos de frente se atrevería a volver a contar con él. Ángel y demonio, fue el protagonista del último éxito de la United Artist (El cazador casualmente) y también el culpable de que entrara en la bancarrota dos años después (con Las puertas del cielo), por ello se ganó el pseudónimo de El Ayattolah (por su manera de dirigir tan dictatorial y sus manías). Sin embargo se le recuerda, y para ello se ha de haber hecho algo realmente bueno, algo brillante, como dice el refrán: “cada uno es tan bueno como lo mejor que ha hecho”.

Más o menos sobre el año 76, Cimino tenía entre sus manos un proyecto que trataba sobre
la recién acabada guerra de Vietnam. Para escribir el guión contactó con un antiguo compañero suyo, Deric Washburn, un guionista neoyorquino que ya había colaborado con Cimino en anteriores producciones. A falta de seis semanas para entregar el guión, Cimino recibió un borrador de 60 páginas en su domicilio. Tras leerlo, llamó indignado a Washburn preguntándole que es lo que había escrito, donde habían quedado las directrices que le había dado, donde estaban los diálogos prefijados, ¿Dónde estaba su historia?

Cimino se desplazó hacia el domicilio de Washburn, una vez allí, le comentaron que estaba en un bar cercano. Al entrar en el local se topó con un Washburn acabado, con la cabeza apoyada sobre la barra y litros de alcohol corriendo por sus venas. Cimino le preguntó que le pasaba y el respondió derrotado; “No puedo con la presión… abandono.” Al día siguiente, Washburn recibió su finiquito y Cimino se encontró con la ardua tarea de escribir un guión de una película de 3 horas y 45 minutos en sólo seis semanas.


Cimino no ganó el Oscar al mejor guión (aunque fue nominado), en cambio, en seis semanas consiguió escribir una historia que cambió el modo de mirar el conflicto y logró hacerlo más comprensible para el ciudadano americano mediante una historia centrada en la tragedia de los personajes, las heridas de la guerra, la incapacidad de readaptarse a la sociedad y los sueños rotos.



La epopeya de Cimino tiene a tres obreros siderúrgicos de raíces lituanas como protagonistas; Michael (Robert de Niro), Nick (Cristopher Walken) y Steven (John Savage). Sus vidas, divididas entre el trabajo y la diversión en una pequeña e industrial localidad de Pennsylvania, se ven transformadas por la llamada a filas en la guerra de Vietnam. Una vez en Vietnam son capturados por un grupo de Vietcong que los mantienen presos en condiciones infrahumanas, obligándoles a jugar a la ruleta rusa mientras ellos apuestan por cuál quedará con vida. Finalmente, Michael y Steven consiguen escapar, pero su retorno a EUA no es el esperado. Devastados por dentro, sus vidas jamás volverán a ser las que eran, las secuelas de la guerra pesarán tanto física como psíquicamente. Finalmente, Michael volverá a Saigón para encontrar a Nick, vivo o muerto y devolverlo a casa, sin embargo, no sabe de la espeluznante sorpresa que le espera en Saigón.


El guión, estructurado en tres partes y con una extensísima introducción, se caracteriza por las idas y venidas entre Pennsylvania y Vietnam. La introducción, en la cual presenciamos una boda de cuarenta minutos de duración al más puro estilo de El Padrino, nos presenta a cada uno de los personajes y las relaciones que tienen entre ellos. La vida que llevan en la ciudad está dedicada al trabajo, trabajo y más trabajo. Los personajes, pertenecientes a la clase más humilde de la sociedad americana, disfrutan de su tiempo de ocio con actividades como la caza y las charlas deportivas en los pubs de la ciudad. La llamada a filas rompe el film por la mitad, al igual que las relaciones entre los personajes. Tras sufrir las atrocidades de la guerra y cumplir con su deber, volverán a su añorada tierra con unas heridas que difícilmente podrán cicatrizar. Las relaciones, ahora más distantes, algunas incluso truncadas, alejarán a cada uno de los personajes hacia el ensimismamiento y la soledad. Finalmente, en el desenlace, Michael volverá a Saigón para cumplir la promesa de que volvería con Nick a EUA y finalizará con un más que funesto God Bless America (antológico).

La película fue un éxito de taquilla y de crítica, además se hizo con nada más y nada menos que con 5 estatuillas en los Oscar (1978). El impacto que causó en el público fue aterrador, no sólo por la crudeza de las imágenes y la profundidad de la historia, sino por la cercanía temporal del conflicto, ya que la guerra había finalizado solamente 3 años antes. El día del estreno, algunos espectadores terminaron en los aseos de la sala vomitando, otros llorando en la salida, incapaces de continuar visualizando el film y los más valientes adentro de la sala, aguantando estoicamente una historia que sienta como un puñetazo en la boca del estómago; “Allí fue cuando nos dimos cuenta de que éramos realmente grandes” dijo Cimino.


Punto y aparte merece la actuación de Bobby De Niro. Su personaje, Michael, es un ser impermeable que está devastado en su interior. Su fuerza y coraje son el eje principal de la acción, llevándonos desde la fábrica siderúrgica hasta Vietnam, pasando por los pubs y los humildes hogares de los obreros. El desenlace del personaje y el cara a cara con Nick en Saigón nos deja un regusto amargo que nos plantea una cuestión inquietante, ¿Cuál es el mejor camino, haber muerto en la guerra o vivir con sus secuelas?


El elenco es envidiable, en el hay nombres como el de De Niro, Christopher Walken, John Savage o Meryl Streep, sin embargo, me veo obligado a mencionar un nombre que sonará a algunos y otros lo conocerán por el nombre de Fredo Corleone; estamos hablando de John Cazale. Cazale fue un actor con una proyección espectacular a finales de los 60 y la primera mitad de la década de los 70. Su filmografía, tan brillante como breve, se resume en producciones de la talla de El Padrino, El Padrino II, La conversación y Tarde de perros, esta última, co-protagonizada con Al Pacino. Poco antes de iniciar el rodaje de El cazador, le diagnosticaron un cáncer óseo terminal, pero lejos de tirar la toalla, tomó la decisión de continuar con el rodaje. El estudio no quiso contar con él y Cimino les amenazó con abandonar la producción, aunque no fue necesario porque se llegó a un acuerdo de muy mal gusto: rodar la muerte del personaje de Cazale por si moría en mitad del rodaje. Cimino escribió una escena y lo rodaron, por suerte, jamás incluyeron las imágenes. Su íntimo amigo De Niro y su pareja en aquel entonces y también compañera de reparto, Meryl Streep, pasaron los últimos días de rodaje en el hospital, acompañándole en sus últimos momentos. Murió dos semanas después del estreno del film.

John Cazale (1935-1978)

La película es asombrosa, rompedora, Cimino demuestra un estilo más cercano al más puro cine de autor que no al estándar habitual de la industria hollywoodiense. La elección de Vilmos Zsigmond para la fotografía fue esencial para el éxito de la película. Su fotografía, fría, apagada, de colores desaturados y con una clara decantación hacia el claroscurismo, nos muestra un claro acercamiento hacia un hiperrealismo visual con pinceladas impresionistas. Él mismo la definió como; “Una película de blanco y negro con un poco de color”.


Acabando, es una película imperdible, desde la música de Stanley Myers (con John Williams a la guitarra) hasta el trabajo de cada uno de los actores. El cazador es una experiencia necesaria, un duro golpe para el cual debemos estar preparados para recibir. De la guerra de Vietnam se han hecho grandes películas como Platoon, Apocalypse Now o La chaqueta metálica, sin embargo, El cazador tiene una estructura distinta, es una historia de ida y vuelta, una historia quebrada de personajes quebrados, quizás la más humana, sensible y perturbadora de las anteriormente mentadas.


Enmudecedora.

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