Tenía 22 años, 1 mes, 4 semanas y 1 día (si mis cálculos no me fallan) cuando comencé a ver Pushing Daisies. Quienes ya la conozcan, sabrán a qué se debe este extraño comienzo para la entrada de hoy. Para quienes no, paso a relatarlo a continuación. La semana pasada, buscando una serie nueva tras The Big Bang Theory y United States of Tara, me encontré casi por casualidad con Pushing Daisies (en español, Criando Malvas). Me dispuse a ver el primer capítulo sin saber exactamente a lo que me enfrentaba. El resultado fue un piloto lleno de encanto, de magia y de color. Un buen sabor de boca que me dejó con ganas de más. Sin embargo, decidí prolongar la espera.
Al día siguiente, con actitud dudosa acerca de la continuación de la serie, vi el capítulo dos. Quería comprobar si la magia del primer capítulo se contagiaba al segundo, y de éste al tercero y, así, sucesivamente. De momento, voy por el capítulo ocho de la primera temporada y el hechizo continúa.
Pushing Daisies nos cuenta la historia de Ned, un joven con un don muy especial, la capacidad de revivir a los muertos con sólo tocarlos. Lo malo es que si los toca de nuevo, vuelven a morir, de manera que: primer toque, vida; segundo toque; muerte (para siempre). Además, hay otro problema, tan sólo puede dejarlos vivir durante 60 segundos. Si no, otra persona cercana debe ocupar su lugar. Así es como Ned se reencuentra con Chuck, el amor de su infancia. Primer toque, vida. Pero ya nunca más la podrá volver a tocar.
Si tuviera que definir esta serie en una sola palabra, sin dudarlo me decantaría por el ensueño. Pensándolo mucho, he llegado a la conclusión de que no sólo es la extravagancia de sus personajes ni su colorismo lo que embruja a esta original producción. La narración (a cargo -en la versión original- del acento británico de Jim Dale), así como la música (con opening de Blake Neely y banda sonora de Jim Dooley).
Pushing Daisies es una historia de amor (con grandes dosis de edulcorante), pero contada de forma diferente, de un modo completamente original, desde la óptica de Amélie o Big Fish. Pushing Daisies tiene la fantasía que envuelve a estas películas. Una pena que la ABC haya decidido cancelarla tras su segunda temporada.
Al día siguiente, con actitud dudosa acerca de la continuación de la serie, vi el capítulo dos. Quería comprobar si la magia del primer capítulo se contagiaba al segundo, y de éste al tercero y, así, sucesivamente. De momento, voy por el capítulo ocho de la primera temporada y el hechizo continúa.
Pushing Daisies nos cuenta la historia de Ned, un joven con un don muy especial, la capacidad de revivir a los muertos con sólo tocarlos. Lo malo es que si los toca de nuevo, vuelven a morir, de manera que: primer toque, vida; segundo toque; muerte (para siempre). Además, hay otro problema, tan sólo puede dejarlos vivir durante 60 segundos. Si no, otra persona cercana debe ocupar su lugar. Así es como Ned se reencuentra con Chuck, el amor de su infancia. Primer toque, vida. Pero ya nunca más la podrá volver a tocar.
Si tuviera que definir esta serie en una sola palabra, sin dudarlo me decantaría por el ensueño. Pensándolo mucho, he llegado a la conclusión de que no sólo es la extravagancia de sus personajes ni su colorismo lo que embruja a esta original producción. La narración (a cargo -en la versión original- del acento británico de Jim Dale), así como la música (con opening de Blake Neely y banda sonora de Jim Dooley).
Pushing Daisies es una historia de amor (con grandes dosis de edulcorante), pero contada de forma diferente, de un modo completamente original, desde la óptica de Amélie o Big Fish. Pushing Daisies tiene la fantasía que envuelve a estas películas. Una pena que la ABC haya decidido cancelarla tras su segunda temporada.
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