miércoles, 1 de diciembre de 2010

Crónicas de Tannhäuser: Fargo



“Hay cosas en la vida más importantes que el dinero, ¿Sabes? ¿No lo sabías?”

Marge Gunderson, Fargo




Una vez entrados en diciembre comenzamos a sentir el frío invernal calando en nuestros huesos. Esta es una época del año en la cual los temporales de frío ocupan gran parte de los contenidos de los telenoticias, al igual que los anuncios de juguetes en la publicidad o las luces navideñas en las calles de nuestras ciudades. Cada uno tendrá sus propios recuerdos; esbozará una leve sonrisa al acordarse de aquellas mañanas en las que se encontraba los regalos de navidad junto al árbol, los breves viajes en las vacaciones de diciembre o el primer recuerdo que tengamos de la nieve, apretándola en nuestras manos y sintiendo como se despedaza entre nuestros dedos.

A mí, la nieve y el invierno siempre me recordarán a Fargo. Ya sea al despertarme aún cuando no ha amanecido, encontrarte la escarcha sobre el parabrisas del coche o entrar al bar de siempre a tomarte un café caliente sabiendo que eres el primer cliente de la mañana, para mí, eso es el invierno. Ahí reside la grandeza de Fargo, en sus pequeños detalles, su trazo costumbrista, el cariño con el que tratan a todos y cada uno de los personajes, la atractiva esencia que emerge al mezclar la comedia, la rutina y el aburrimiento.

Joel y Ethan Coen aún estaban tirándose de los pelos tras el superfracaso de El gran salto (1994), original y magnética comedia protagonizada por Tim Robbins y Paul Newman que no cuajó ni en América ni en Europa (ni siquiera en Francia), pero que con el tiempo ha ido ganando enteros hasta ser considerada como una de las mejores comedias de los hermanos Coen. Tras digerir su primer gran fracaso se embarcaron en un nuevo guión mucho más sencillo, barato y sobre todo, efectivo. Fargo recupera la esencia primigenia de Sangre Fácil (1984), enfocando la trama desde un punto de vista cercano al patetismo con referencia a la esclavitud por el dinero dentro de una sociedad capitalista como la americana, además de incluirle amplias dosis del típico humor ácido por el que su cine se caracteriza. Simplificando las cosas, Fargo trata sobre un asesinato tan torpe como cruel ubicado en una pequeña localidad de Minnesota.


Jerry Lundegaard (William H. Macy) es un empalagoso y pusilánime vendedor de coches de Minneapolis (Minnesota) endeudado hasta las cejas. No obstante, está casado con la hija de un avaricioso millonario llamado Wade Gustafson (Harve Presnell), cosa que aprovechará para intentar sacar una buena tajada de su fortuna. Para ello contactará con dos “profesionales” en la pequeña localidad de Fargo (Dakota del Norte), los cuales se encargarán de secuestrar a su esposa y pedirán un rescate de 80.000 dólares. Una vez conseguido se repartirán el botín y Jerry podrá saldar todas sus deudas, sin embargo su suegro no desembolsará el dinero tan fácilmente a causa de la desconfianza que le tiene a Jerry. El aparatoso secuestro y las tensiones entre ambos bandos desencadenará una serie de muertes que pondrán a Jerry entre la espada y la pared, toreando las amenazas de los secuestradores, aguantando la presión a la que su suegro le somete con respecto al rescate de su hija e intentando despistar a Marge Gunderson (Frances McDormand), la jefa de policía encargada de investigar el caso.

El film fue una bomba que se llevó dos Oscar y otras cinco nominaciones, arrasando también en Europa y el resto del mundo. Los Coen terminaron por aprobar (y con nota) su asignatura pendiente en taquilla, recaudando sesenta millones de dólares con una producción que apenas llegaba a los siete millones. Para ellos significó la culminación de un estilo que llevaba gestándose desde su debut en 1984. Para el mundo, Fargo se identificó como una alternativa al cine convencional, fijando su mirada en un par de jóvenes entusiastas que se confirmaban como la sensación a mediados de los noventa.


Volviendo a la película, destacaría sobre todo que se nos vende como un hecho real cuando en realidad es una completa invención de ambos hermanos. Esto enfatiza el dramatismo de la historia, influyendo al espectador de manera que todo lo que sucede en pantalla se recrea en nuestra mente como un hecho verídico, acortando la distancia entre el público y los personajes. La trama, aún estar perfectamente elaborada y matemáticamente estructurada, es un tanto esquemática y endeble en algunos tramos de la película, provocando que se enrarezca el ritmo del film y la tensión se diluya por momentos a medida que avanza la acción. De todos modos, las interpretaciones de todo el elenco son memorables y entretenidas, sembrando el film con pinceladas de humor que siempre serán bien recibidas por el espectador.

Fargo podría considerarse la mejor película de los Coen con permiso de Barton Fink (1990) y El gran Lebowski (1998) (o si me apuráis, El hombre que nunca estuvo allí (2001)). Si con Barton Fink consiguieron perfeccionar su estilo a través de una apasionante historia sobre el propio cine, con Fargo lograron abrir horizontes y llegar a mucha más gente desprendiéndose del hermetismo por el cual eran criticados en sus comienzos. En Fargo vuelven a hablarnos sobre ese pequeño incidente (o esa mala decisión) que termina por destrozar la armonía y el equilibrio entre un grupo de personajes, sólo que esta vez los personajes no son asesinos a sueldo, gángsters, ex-convictos o prometedores guionistas de Hollywood, sino simples ciudadanos de pequeñas localidades americanas a caballo entre Minneapolis y Fargo.


Tras el austero paisaje y las delirantes secuencias que construyen el film, encontramos un soplo de humanidad en la relación que comparten Frances McDormand (Marge) y John Carroll Lynch (Norm Gunderson). Ambos dan un respiro a la trama, Marge por su empeño por resolver el caso aún estando embarazada, también por su adicción al café, Norm en cambio es bastante más bobalicón, pero puede presumir de tener un corazón realmente enorme. Sobresale el papel de Frances McDormand (ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto), caracterizando a una jefa de policía bastante poco común, un personaje que contrasta con la desgarradora trama que tiene que investigar. Por otro lado, William H. Macy logra perfilar a un personaje miserable y rastrero, tanto, que terminas por sentir algo de lástima por él tras ver como su plan se va derrumbando minuto tras minuto como un castillo de naipes. Finalmente haría una mención especial a Buscemi, que cuaja un papel espectacular como cabeza pensante en la pareja criminal. No para de hablar, no para de gesticular, su energía traspasa la pantalla, realmente es uno de los atractivos de la película (si en una película sale Steve Buscemi ya tenemos un aliciente para verla).

En definitiva, Fargo es un film harto recomendable para cualquiera. De todos modos, insisto en que la veáis en versión original ya que el acento de los personajes es un punto tan realista (tan exagerado, también) como cómico, esencial en el film e inolvidable. Fargo es un lienzo que va definiéndose pincelada a pincelada por personajes de colores bien distintos y significativos, dando como resultado una macabra comedia ubicada en medio de ninguna parte.

Rojo sobre blanco.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Solo la he visto doblada. Probaremos la VOS!

supersalvajuan dijo...

La nieve, los raros, José Feliciano y todo lo demás. Peliculón.

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