jueves, 4 de marzo de 2010

Crónicas de Tannhäuser: La noche del cazador

"Desconfiad de los falsos profetas que se cubren con pieles de cordero
pero que en su interior son fieros como lobos, por sus frutos los conoceréis."

La noche del cazador.


Llama la atención lo
mal considerada que fue en su día esta película cuando actualmente suele ser caviar universitario, objeto de alabanzas y elogios interminables. Lo que terminó por convencerme de ver esta película fue que en el libro de El cine según Hitchcock se mencionaba en más de una ocasión tanto por el director británico como por Truffaut, eso me hizo llegar a una conclusión; si ellos dos hablan de esta película, aunque fuera negativamente, algo tendrá que tener.

Recuerdo que era verano. Aquí, en Barcelona, suelen hacer cine al aire libre en el castillo de Montjuic, situado en lo alto de dicha montaña. En aquel entonces era la primera edición de cine al aire libre y no había tanto bullicio de gente como lo hay ahora, por lo tanto, todo indicaba que iba a ser una tranquila noche de cine acompañado de buenos amigos y bajo las estrellas. El único problema era que no tenía ninguna silla y era un tanto incómodo ver la película estirado en la hierba.

Respecto a la película, si nos fijamos en la extensa y prolífica carrera interpretativa de Charles Laughton nos damos cuenta de que hay un año en blanco, el 1955. Durante este periodo de tiempo, Laughton abandonó la interpretación para ponerse tras las cámaras por primera y última vez. Él y Paul Gregory (productor) decidieron adaptar la novela de Davis Grubb, La noche del cazador.

Para el rodaje de la película, Laughton contó con la colaboración de profesionales de la altura de Stanley Cortez, el cual hizo uno de sus mejores trabajos de fotografía en este film, al igual que el músico Walter Schumann. El elenco de actores aún iba más allá; en él tenemos a un Robert Mitchum en estado de gracia, una excelente Shelley Winters y la experimentada Lillian Gish. Digamos que, juntando los ingredientes que tenemos sobre la mesa es muy complicado que nos salga mal la jugada, sin embargo, ya sea por lo extraño del film, una atmósfera onírica y opresiva, una fotografía con pinceladas expresionistas o por tener al mal personificado en pantalla, la película fue un fracaso rotundo tanto por parte de la crítica como por el público, tan sólo ganó un premio y fue en 1992, el de la National Film Preservation Board (NFPB).

Ben Harper (Peter Graves) es atrapado por la policía tras dar su último golpe. Justo antes de que le lleven a prisión y de manera desesperada entrega todo el dinero del botín en manos de sus hijos. Los pequeños John (Billy Chapin) y Pearl (Sally Jane Bruce) deciden esconder todo el dinero en una muñeca de trapo que pertenece a la misma Pearl. Mientras tanto, Ben Harper espera en prisión el momento de su ejecución. Su compañero de celda, un misógino y tenebroso reverendo llamado Harry Powell (Robert Mitchum) que cree en una sospechosa e inquietante moral basada en una lucha eterna entre el amor y el odio, acaba por sonsacarle a Ben el secreto del paradero del botín. Al salir de la cárcel, Harry se dirige al domicilio de los Harper con la intención de apoderarse del dinero. Al llegar, se postula como un buen partido para la viuda Harper (Shelley Winters), cosa que aprovecha Harry y no tardan en jurarse amor eterno en el altar. Harry intentará descubrir donde está el dinero por la vía del diálogo, los juegos de palabras y las mentiras piadosas, pero al ver que los niños no ceden, decide sacar el monstruo que lleva en su interior con la intención de arrebatarles el dinero por la fuerza. Los niños escapan y Harry los persigue sin que nada ni nadie se le oponga.


Recuerdo el silencio que había en el castillo mientras miraba la película, también recuerdo el incipiente lumbago que estaba gestándose en mi espalda, pero sobre todo recuerdo lo llamativamente lírica que era la película, parece que desde el arranque del film, la trama vaya encaminándose inevitablemente hacia un mundo fantástico, onírico, donde dos niños inocentes deben de enfrentarse al mundo adulto y sin querer se ven envueltos en una historia a la cual no pertenecen.

Es destacable el hecho de que ningún adulto del film parece estar en sus cabales, quizás la excepción sería Rachel Cooper (Lillian Gish), la dueña de una casa de acogida para niños desamparados. Ella es la encargada de protegerlos en el último tramo del film, algo que me sorprendió, ya que aunque la película es magnífica, destacaría que es una de las películas más machistas que he visto jamás, el ejemplo más destacado es el del personaje de Willa Harper, que está mucho más preocupada en tener un marido y así sentirse “útil”, en vez de cuidar de sus propios hijos.


La influencia de Fritz Lang es bastante notoria en el film, tal y como dije antes, la atmósfera lírica del film nos hace recordar mucho al cine del director alemán (también a Ciudadano Kane), gran parte de culpa la tiene la fotografía de Stanley Cortez. Por otro lado, Harry Powell es un personaje que siempre me recordó a Hans Beckert, el “vampiro” que interpretó Peter Lorre en M el vampiro de Düsseldorf. Beckert siempre silbaba en cuanto veía una posible víctima (casualmente siempre eran niños), su silbido era una muestra de júbilo, de alegría, de un apetito insaciable. En cambio, Harry Powell canta una canción de manera amenazante (Leaning on the Everlasting Arms) en el momento en el cual está más cerca de su presa, es como un aviso, como el traqueteo de una serpiente de cascabel, es como una pesadilla que se repite una y otra vez.

Harry Powell es un personaje especial, único, uno de los mejores antagonistas que han habido y habrán jamás en una pantalla de cine, él es el lobo con piel de cordero, su presencia eclipsa a todas las demás y finalmente acaba por convertirse en un ogro digno de cualquier cuento de Andersen o los hermanos Grimm. Sinceramente, pienso que es el mejor papel de Mitchum, de hecho, este le sirvió para interpretar a Max Cady siete años después en El cabo del miedo junto a Gregory Peck.


También me sorprendió gratamente la segunda parte del film, donde los niños navegan con una pequeña barca por el río intentando huir de Harry. Este momento parece haberse detenido el tiempo, se respira tranquilidad y desasosiego, es el cénit del film, la fotografía es asombrosa como también el tempo, lento y pausado que acompaña el fluir de las aguas y nos hace olvidar la terrible amenaza que se cierne sobre ellos, es la calma antes de la tempestad.

Finalmente emprendí la vuelta a casa junto con mis compañeros con un cúmulo de sensaciones; por un lado, un terrible lumbago atacaba mi espalda de manera despiadada, sin embargo, esto no impidió que me llevara la sensación de haber disfrutado de algo mágico e intemporal. No es para nada perfecta, en ella hay varios desbarajustes de guión, además, el final es algo flojo para el nivel que mantiene durante todo el film ("odiosamente enternecedor" según Truffaut), sin embargo, creo que no he visto película que me transmitiera la misma sensación que esta, es una mezcla de miedo y asombro, una película que llama al silencio y a la atención, un film único en su especie que te transporta directamente a tu infancia, a tus miedos más antiguos y primigenios.

Esto es magia.


3 comentarios:

Natalia dijo...

Me encantó esta película. Luego, cuando me puse a mirar cosas sobre ella, me llamó la atención lo que dices, que en su tiempo no había sido muy bien considerada y pasó desapercibida. Cosas del cine :)

Pablo Arias dijo...

Cierto, de hecho, Laughton estaba preparando el rodaje de otra película y tuvo que abandonar por el poco éxito de esta.

P.D: Eres la primera persona en comentar una crítica mía x) jajajaja

Anónimo dijo...

Hace mucho tiempo que vi esta película y recuerdo que me produjo un sentimiento de angustia y preocupación, no lo olvidaré.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...