viernes, 2 de abril de 2010

Crónicas de Tannhäuser: Lawrence de Arabia

“Lawrence, en el desierto sólo sobreviven los beduinos y los dioses.”

Dryden, Lawrence de Arabia


Un buen día se encontraban Alexander Korda (director y productror británico, La vida privada de Enrique VIII (1933)) y David Lean charlando sobre cine. Lean, en aquel entonces estaba terminando el rodaje de El puente sobre el río Kwai y preparaba el guión de Lawrence de Arabia. Mientras hablaban sobre su nueva producción, Korda dijo: “Si tienes una historia y un personaje, tendrás una buena película. Si tienes dos personajes... una gran película. Si tienes tres personajes, tendrás la mejor película que se haya hecho jamás.”, a lo que Lean respondió: “Yo tengo más de cuatro”.

Robert Bolt y Michael Wilson fueron los encargados de adaptar la historia contada en primera persona de T. E. Lawrence. La ardua tarea se prolongó durante cuatro años en los que hubieron muchísimas disputas y tensiones entre los guionistas y el director. Finalmente el film comenzó a rodarse aún cuando el guión no estaba terminado, por ello Lean rodó toda la película en orden cronológico, es decir, partiendo desde la historia del joven Lawrence hasta el momento de su muerte por causa del accidente automovilístico y los posteriores comentarios de sus más allegados a la salida del entierro. Todo esto provocó que los guionistas estuvieran a lo ‘work in progress’ mientras se rodaba la película, por lo tanto, muchísimas escenas tuvieron que ir improvisándose sobre la marcha tanto en el guión como en el rodaje.

Aún así, 1962 fue el año de Lawrence de Arabia, del nacimiento de Peter O’Toole como estrella y de la consagración de David Lean como el mejor director británico junto con Hitchcock y Chaplin. Lawrence de Arabia arrasó el mundo entero llevándose todos los premios habidos y por haber; 7 Oscars, 4 BAFTA, 4 Globos de oro, 1 Laurel de oro... la lista es casi interminable.

Sin más dilaciones resumiré la archiconocida historia de nuestro amigo Lawrence. La película arranca con la muerte de T. E. Lawrence (Peter O’Toole) por un fatídico accidente de motocicleta. Tras el terrible suceso damos un salto atrás en el tiempo y el espacio, concretamente a El Cairo durante la primera guerra mundial, allí encontramos a un joven Lawrence como oficial del ejército británico que recibe la orden de viajar al desierto para entrar en contacto con el Príncipe Feisal (Alec Guiness), aliado del ejército británico en la lucha contra los otomanos. Tras este primer contacto, Lawrence se une a la lucha desde el desierto uniendo a todas las tribus contra los turcos. Durante su extensa aventura conocerá a importantes personalidades como el Sherif Ali (Omar Sharif) o Auda Abu Tayi (Anthony Quinn) que le ayudarán en su lucha. La figura de Lawrence será venerada por sus seguidores y ensalzada hasta el punto de convertirse en un semidiós. Lo extravagante de su figura para los ojos de los británicos causó que se desconfiara de él en un principio pero al presenciar los éxitos de su campaña cambiaron de opinión. Finalmente su figura decaerá por culpa de las atrocidades que ha presenciado durante la guerra, esto le atormentará hasta el fin de sus días y hará que abandone el desierto una vez terminado el conflicto.



Tras este brevísimo y filtrado resumen me gustaría zambullirme en uno de los personajes más complejos y maravillosos de la historia del celuloide.
El misterio de T. E. Lawrence está presente nada más empezar el film, donde encontramos a un periodista formulando preguntas acerca del enigmático personaje a varios de los presentes en su entierro. Incluso los presentes disienten entre las palabras de unos y otros referentes a Lawrence; “Era un poeta, un erudito, un guerrero poderoso pero también un exhibicionista”. Según parece, ante nosotros se esconde un personaje difícil de comprender en su totalidad. Tras el arranque al más puro estilo de Ciudadano Kane, nos vamos al flashback que compone toda la estructura del film y nos narra las aventuras de Lawrence en el desierto.


Peter O’Toole logró reflejar a la perfección un personaje tan extraño que aunaba una inteligencia inaudita junto con un sadismo inusual.
La guerra transforma a Lawrence en un ser sediento de sangre que ha encontrado el placer en matar y destruir, por contra, con los suyos es una persona bondadosa, sabia y carismática que lo aman y lo alaban como si fuera un dios en la tierra. La figura de Lawrence hace la historia y la película, es el epicentro de todo lo sucedido, es un imán poderoso, una silueta atractiva, un ángel que viste de blanco en medio del desierto, tiene ojos azules, pelo rubio y guía a miles de beduinos hacia la guerra.


Finalmente, tras haber conseguido todos los objetivos que se había propuesto termina por ser traicionado por todos, engañado y utilizado; acaban por quitárselo de en medio como si fuera un estorbo. Su enorme talento y carisma han sido usados para cumplir los objetivos de todos los que le rodeaban. Este hecho le obliga a abandonar el desierto y volver a Inglaterra con la cabeza gacha y a sabiendas que se han aprovechado de sus éxitos. La frase mas representativa de este suceso es la que pronuncia el Príncipe Feisal al final de la obra: “Nunca podré devolverte la deuda que tengo contigo”. Quizás, la frase que mejor defina a este personaje sea la que pronunció T. E. Lawrence en la vida real refiriéndose a su vida, una reflexión que no debe dejar a nadie indiferente; “Mi mayor error ha sido amar mucho más a las cosas que a las personas”.



El otro gran personaje que hace de nuestros ojos en la pantalla es el encarnado por Omar Sharif, el Sherif Ali.
Este personaje acompaña a Lawrence en todas sus aventuras y se convierte en el cómplice del protagonista conocedor de todos sus secretos, virtudes, defectos e inseguridades. Ali es el único personaje que acaba realmente por conocer a Lawrence, de hecho, aún sabiendo de su creciente gusto por la sangre sigue estando a su lado, en algún que otro momento le veremos en silencio observando a Lawrence bajo una mirada tan incrédula como compasiva, aprendiendo de él, tanto de sus defectos como de sus virtudes, de sus aciertos y de sus errores. Por cierto, es increíble la presentación de este personaje, en esa escena parece un fantasma, un espejismo que viene a lo lejos, una aparición de otro mundo.

La estructura del film está dividida en dos partes y el punto y a parte lo encontramos en el intermedio del film. La primera parte es un poema visual que nos relata las experiencias del protagonista desde un punto de vista más inocente, en sí, es una etapa de descubrimientos, de aprendizaje, de curtimiento. La segunda parte en cambio, es mucho más política y compleja hasta el punto de llegar a unos rangos de abstracción poco habituales para una superproducción. En esta segunda mitad corroboramos la extrema complejidad del personaje de Lawrence que termina por convertirse en un ser mucho más introspectivo y enigmático que al inicio del film.

Técnicamente es una obra maravillosa
desde el perfecto trato del color en la fotografía de Freddie Young tanto con el monumental trabajo tanto de arte como de vestuario de John Stoll y Phyllis Dalton (respectivamente). Obviamente sería un crimen pasar por alto la música de Maurice Jarre, la banda sonora del film es algo que ya forma parte del ADN del ser humano, inolvidable.



Particularmente me llama la atención el montaje del film.
El trabajo que Lean y Anne Coates es admirable, no sólo por las semanas que deberían tener de metraje sino por el trato narrativo que se le da al film con esos planos reflexivos y enormes del desierto, en ellos hay una pequeña mancha que es nuestro personaje moviéndose lentamente como si fuera un espejismo entre la inmensidad. Estas escenas se ven dilatadas y extendidas, son silenciosas y están llenas de una sensibilidad que sólo está al alcance de unos cuantos genios. El tempo del film nos lleva a un mundo único, mágico, nos transmite el mismo amor que Lawrence siente por el desierto.


Me despido y me disculpo por la extensión del texto
, entended que es imposible ser más breve con una película tan grande (en todos los sentidos) como lo es Lawrence de Arabia, sin embargo os digo que tan magna película merecería aún muchas más palabras que inevitablemente se han quedado en el tintero. No obstante, creo haber reflejado su esencia en este puñado de párrafos que intentan describir desde el umbral de la admiración una de las películas más inmensas (nunca mejor dicho) de la historia del cine.


Uno se siente muy pequeño al verla, muy muy pequeño.


Inmensa.


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