domingo, 4 de abril de 2010

100 años de Akira Kurosawa: El último Emperador (II)

"Para un director, cada trabajo que finaliza supone una vida entera.
Yo he vivido muchas vidas.
"

Akira Kurosawa


En 1950 Kurosawa era un director de éxito en Japón, su talento comenzaba a compararse con el de directores como Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi, sin embargo, ellos ya tenían una extensa carrera a sus espaldas mientras que Kurosawa siquiera llevaba una década como director.

Lejos de dejarse ll
evar por los elogios y las alabanzas, se puso a trabajar de nuevo en su siguiente película, Escándalo (1950), un film que atacaba directamente a los cánceres sociales del Japón de mediados de siglo: prensa amarilla, ignorancia social, burocracia, drogas y el juego. El film trata sobre la invención de una relación entre un pintor y una célebre cantante por una revista del corazón, a raíz de esto, intentan demandar a la revista a través de un abogado que se ofrece a ayudarles pero las innumerables y oscuras tramas que irán encontrándose por el camino les harán replantearse las cosas en más de una ocasión.

Escándalo es una película poco conocida dentro de la filmografía del director, sin embargo, en ella encontramos una diferencia sustancial con respecto a las obras anteriores; el montaje. Kurosawa había aprendido que para hacer el cine que realmente quería, debía tener el control del montaje final. Con Escándalo hizo su primer contacto interesante con el montaje (sin acreditar en el film) con la ayuda de Yoshi Sugihara. En la película nos topamos con una edición vertiginosa en muchos momentos, llaman la atención los planos de la ciudad y de los periódicos superponiéndose unos a otros, algo muy americano, no obstante, el ritmo calificado de “frenético” por muchos críticos japoneses acostumbrados a montajes mucho más lentos y reflexivos. Su cine comenzaba a verse claramente influenciado por directores como John Ford u Orson Welles.

De todas maneras, 1950 no se recordará por Escándalo sino por otra película que hizo que Kurosawa traspasara el Pacífico y llegara directamente a Hollywood y a todo el mundo, una película antológica, más que un clásico, un arquetipo cinematográfico que aún hoy sirve de ejemplo de muchísimos films; Rashomon.

Rashomon fue un film repudiado por la mayoría de productoras de Japón, ninguna veía la manera de que algo tan raro triunfase, nadie podía entenderla, más que una película parecía un ejercicio pirandelliano. Finalmente logró rodarla con uno de los presupuestos más bajos de toda su carrera. La película, que trata sobre los relatos de Ryunosuke Akutagawa; La puerta de Rasho y En el bosque, nos presenta a los protagonistas de un crimen cometido en la época feudal japonesa. Ellos están confesando lo ocurrido ante un juez aunque ninguno de ellos parece decir la verdad y el crimen queda sin resolver, el mensaje de Kurosawa es claro, cada uno en el mundo tira por su lado, ya no hay solidaridad entre las personas, un punto de vista muy poco esperanzador del mundo que le rodeaba.

Rashomon (1950)

La visión caleidoscópica de Kurosawa enamoró a medio mundo, gracias a ello obtuvo una nominación a los Oscar y ganó el León de Oro de Venecia, esto hizo que Hollywood y el mundo entero voltearan su mirada hacia Japón. Un ejemplo de su particular mirada lo encontramos en esta cita del director: "Las películas no son planas, son esferas multifacéticas".

El maestro vivía una época dorada, su figura crecía y crecía al mismo ritmo que su orgullo y su ego. Su excesiva meticulosidad y perfeccionismo le llevaron a ser conocido como el Emperador o el último Emperador por su actitud dictatorial en los rodajes y su intransigencia en determinadas situaciones, aunque a Kurosawa parecía no molestarle en absoluto.


Su siguiente trabajo fue una adaptación de la novela de Fiódor Dostoyevski, El idiota (1951). A parte de significar su primer contacto con la literatura foránea en su cine es la corroboración de su admiración hacia la cultura occidental. El problema de este film es que fue mutilado literalmente, su montaje final tenía unos 265 minutos de duración que se vieron reducidosa 180. Quizás el intento de adaptar una novela tan extensa como la de Dostoyevski fuera un reto demasiado ambicioso aunque el hecho de adaptar a un autor occidental y efectuar una dirección más cercana a la americana en el film nos deja clara la voluntad de Kurosawa por internacionalizar su cine y hacerlo más accesible para el espectador extranjero. La película fue un fracaso comercial, su excesiva complejidad y dispersión estructural hicieron que la crítica se ensañara con él.

Dolido en su orgullo dio un paso atrás y volvió al cine que le ensalzó a finales de los cuarenta, fijó su mirada a pie de calle y nos habló de un funcionario público consumido por su monótono trabajo y sumido en un trance del que sólo despierta al ser diagnosticado de un cáncer de estómago terminal. El protagonista, interpretado por Takashi Shimura, se replanteará la vida y decidirá vivir lo que le queda de vida disfrutando de todo lo que le rodea y sobre todo, viviendo. Este film, Vivir (1952), le ayudó a volver a la cima del cine asiático, su obra volvió a cruzar las fronteras y recuperó su crédito como director.

Kurosawa y Shimura en el rodaje de Vivir (1952)

Gracias a ello, durante los dos siguientes años estuvo trabajando sin descanso con la obra referencia de toda su filmografía, Los siete samuráis (1954). A parte de las dos nominaciones a los Oscars que consiguió y el León de plata que obtuvo en el Festival de Venecia, esta película estableció la base actual de las películas de aventuras y fue el referente de la última etapa del western. La película influyó a muchísimos directores, no sólo por su historia sino también por sus avances en la edición o en la realización, entre los admiradores de esta obra maestra están George Lucas, Sergio Leone, Francis Ford Coppola o Sam Peckinpah (casi nada). Sencillamente, el cine de aventuras no se puede entender sin Los siete samuráis.


Kurosawa se había convertido en uno de los creadores más importantes del momento, su talento se comparaba a contemporáneos como Bergman o Fellini. En EEUU suspiraban por verlo dirigir algún día en tierras americanas, mientras tanto, comenzaban a negociar el remake de Los siete samuráis; Los siete magníficos (1960).

Su éxito no cesó con sus siguientes películas. Crónica de un ser vivo (1955), volvía a tocar las cicatrices del pueblo japonés tras la segunda guerra mundial; el protagonista es un anciano que se ha vuelto loco por el miedo a otro bombardeo nuclear. El miedo le lleva a gastar grandes sumas de dinero en búnkers, intentos de llevar a toda la familia fuera de Japón, etcétera, hasta que la familia toma las riendas en el asunto y acaban por arrebatarle el poder sobre sus riquezas. Esta cercanía que mostraba el maestro y su preocupación sobre el Japón tambaleante de la postguerra hacían que la filmografía del director fuera variando entre los films de época y los referentes al Japón en el que vivía, esto dotó a su carrera de una profundidad y versatilidad únicas, recibiendo elogios hasta del mismísimo John Ford, el cual confesó: “Amo a Kurosawa”.

Las tres producciones siguientes fueron Trono de sangre (1957), Los bajos fondos (1957) y La fortaleza escondida (1958). En común tienen que están ubicadas en el Japón feudal, justamente en el mismo contexto que Los siete samuráis. De la primera, sólo decir que está considerada como otra de las grandes obras maestras de Kurosawa y fue su segunda adaptación de un autor occidental, en este caso Shakespeare y la obra es Macbeth.

En segundo lugar, Los bajos fondos es una adaptación de la obra de Máximo Gorki que relata la historia de una serie de personajes de las clases bajas de la antigua Rusia zarista, en este caso será en el Japón feudal. La película no fue muy bien considerada en aquel entonces pero ha ido ganando enteros con el paso de los años, por otro lado podemos observar su profunda admiración por la literatura y el teatro rusos tras las adaptaciones de Dostoyevski y Gorki, algo que no terminará aquí. Casualmente, este fracaso se repetirá mucho más adelante con Dodesukaden (1970), película homónima a Los bajos fondos.

La fortaleza escondida (1958)

Finalmente, el último film que dirigió en la época de los cincuenta fue La fortaleza escondida, para muchos, una de las 5 mejores películas del director. El film trata sobre un samurái que debe escoltar a una princesa por tierras enemigas con un valioso cargamento de oro. Este film, supuso el preludio de posteriores producciones como Yojimbo o Sanjuro. La fortaleza escondida fue la principal inspiración de George Lucas a la hora de crear Star Wars, como anécdota, Lucas quería a Toshirô Mifune interpretando a Obi-Wan Kenobi, finalmente desechó la idea por su poco conocimiento del idioma y escogió acertadamente a Sir Alec Guiness.

Concluyendo; la década de los 50 significó la consagración del director como uno de los genios del celuloide. En esta época pudo desmelenarse y profundizar en los temas que él quería mostrar en pantalla, a parte, hay que resaltar la gran contribución que hizo con el montaje. Su manera de rodar, siempre con multicámara, otorga una perfecta continuidad al montaje, dotando de realismo a la secuencia y de ritmo al film en general. Su obsesión por el teleobjetivo, por los elementos meteorológicos y su amor por la naturaleza, harán de su cine una marca única e inimitable, reconocible en todos los puntos del planeta.

A principios de los 60 Kurosawa ya era conocido como el Emperador del cine.

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