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lunes, 26 de julio de 2010

El verano de los géneros: WESTERN


El western es el género cinematográfico de Estados Unidos por excelencia, aunque también podemos encontrarlo en la televisión, la radio, la literatura y en otras artes visuales. Principalmente, se centran en el viejo oeste norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX. Aunque muchos de ellos están ambientados en la Batalla del Álamo de 1836, la mayoría se sitúan entre la Guerra Civil de 1865 y la masacre de Wounded Knee en 1890.

El primer western se corresponde con el film mudo Asalto y robo de un tren (1903) de Edwin S. Porter, que protagonizó Broncho Billy Anderson, que posteriormente interpretó el papel de cowboy en cientos de cortometrajes del oeste.


Sin embargo, la edad de oro del western se produjo entre 1930 y 1950 (aunque muchas datan de los setenta), con figuras como las de John Ford y sus películas La Diligencia de 1939 o Centauros del desierto de 1956. Ésta fue la primera que se rodó en Monument Valley, que posteriormente ha servido de escenarios para multitud de películas y series de televisión.

No obstante, dentro de los westerns existen diversos subgéneros, en función de su situación geográfica. Si es al norte (como Tierras lejanas de 1954 o Alaska, tierra de oro de 1960, reciben el nombre de notherns, por ejemplo.


Los Spaghetti Westerns son aquéllos que se rodaron durante los sesenta y los setenta en Italia. Probablemente, el más famoso de todos ellos sea El bueno, el feo y el malo (1966) rodada en Almería por Sergio Leone, un director muy destacado en este género. que también dirigió La muerte tenía un precio (1965). Este director otorgó cierta dimensión paródica a los westerns clásicos. En Hasta que llegó su hora (1968), por ejemplo, existen multitud de referencias hacia Solo ante el peligro (1952) de Fred Zinnemann. Grandes actores como Lee Van Cleef, Clint Eastwood o Charles Broson se hicieron famosos protagonizando este tipo de películas.

Por otro lado, se conoce con el nombre de Osterns aquellos filmes cuyas características coinciden con las del western pero que fueron producidos en la Europa comunista del Este. En éstos, se muestras a los indios como simpáticas personas que están siendo oprimidas por los norteamericanos (en contraposición a los westerns clásicos, que mostraban a los indios como el enemigo a batir). En 1966, Josef Mach dirigió Die Söhne der großen Bärin (en inglés, The Sons of the Great Bear).


Otro subgénero es el del Western revisionista, es decir, aquél en el que se comenzaron a modificar algunos elementos tradicionales del género. Los nativos norteamericanos dejaban de ser tratados como salvajes en películas como Pequeño gran hombre (1970) y Bailando con lobos (1990). Algunos westerns más recientes, además, comenzaron a darle un papel más importante a la mujer, como ocurre en La ley del talión de 1956.


Los Westerns contemporáneos utiliza de nuevo los temas del viejo oeste y sus mismos elementos, como el anti-héroe rebelde, las llanuras desérticas y los tiroteos, pero no llegan a corresponderse totalmente con los westerns clásicos. En este subgénero destaca Hud (1963), protagonizada por Paul Newman; Quiero la cabeza de Alfredo García (1974), dirigida por Sam Peckinpah; El Mariachi (1992), de Robert Rodríguez; Brokeback Mountain (2005), de Ang Lee o No es país para viejos (2007), dirigida por los hermanos Coen y coprotagonizada por Javier Bardem.

Además, claro está, existen híbridos como el del western y la ciencia ficción. Grandes ejemplos lo constituyen Regreso al futuro 3, Wild Wild West, Westworld... o la serie Firefly.

Vía | Wikipedia

domingo, 4 de abril de 2010

100 años de Akira Kurosawa: El último Emperador (II)

"Para un director, cada trabajo que finaliza supone una vida entera.
Yo he vivido muchas vidas.
"

Akira Kurosawa


En 1950 Kurosawa era un director de éxito en Japón, su talento comenzaba a compararse con el de directores como Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi, sin embargo, ellos ya tenían una extensa carrera a sus espaldas mientras que Kurosawa siquiera llevaba una década como director.

Lejos de dejarse ll
evar por los elogios y las alabanzas, se puso a trabajar de nuevo en su siguiente película, Escándalo (1950), un film que atacaba directamente a los cánceres sociales del Japón de mediados de siglo: prensa amarilla, ignorancia social, burocracia, drogas y el juego. El film trata sobre la invención de una relación entre un pintor y una célebre cantante por una revista del corazón, a raíz de esto, intentan demandar a la revista a través de un abogado que se ofrece a ayudarles pero las innumerables y oscuras tramas que irán encontrándose por el camino les harán replantearse las cosas en más de una ocasión.

Escándalo es una película poco conocida dentro de la filmografía del director, sin embargo, en ella encontramos una diferencia sustancial con respecto a las obras anteriores; el montaje. Kurosawa había aprendido que para hacer el cine que realmente quería, debía tener el control del montaje final. Con Escándalo hizo su primer contacto interesante con el montaje (sin acreditar en el film) con la ayuda de Yoshi Sugihara. En la película nos topamos con una edición vertiginosa en muchos momentos, llaman la atención los planos de la ciudad y de los periódicos superponiéndose unos a otros, algo muy americano, no obstante, el ritmo calificado de “frenético” por muchos críticos japoneses acostumbrados a montajes mucho más lentos y reflexivos. Su cine comenzaba a verse claramente influenciado por directores como John Ford u Orson Welles.

De todas maneras, 1950 no se recordará por Escándalo sino por otra película que hizo que Kurosawa traspasara el Pacífico y llegara directamente a Hollywood y a todo el mundo, una película antológica, más que un clásico, un arquetipo cinematográfico que aún hoy sirve de ejemplo de muchísimos films; Rashomon.

Rashomon fue un film repudiado por la mayoría de productoras de Japón, ninguna veía la manera de que algo tan raro triunfase, nadie podía entenderla, más que una película parecía un ejercicio pirandelliano. Finalmente logró rodarla con uno de los presupuestos más bajos de toda su carrera. La película, que trata sobre los relatos de Ryunosuke Akutagawa; La puerta de Rasho y En el bosque, nos presenta a los protagonistas de un crimen cometido en la época feudal japonesa. Ellos están confesando lo ocurrido ante un juez aunque ninguno de ellos parece decir la verdad y el crimen queda sin resolver, el mensaje de Kurosawa es claro, cada uno en el mundo tira por su lado, ya no hay solidaridad entre las personas, un punto de vista muy poco esperanzador del mundo que le rodeaba.

Rashomon (1950)

La visión caleidoscópica de Kurosawa enamoró a medio mundo, gracias a ello obtuvo una nominación a los Oscar y ganó el León de Oro de Venecia, esto hizo que Hollywood y el mundo entero voltearan su mirada hacia Japón. Un ejemplo de su particular mirada lo encontramos en esta cita del director: "Las películas no son planas, son esferas multifacéticas".

El maestro vivía una época dorada, su figura crecía y crecía al mismo ritmo que su orgullo y su ego. Su excesiva meticulosidad y perfeccionismo le llevaron a ser conocido como el Emperador o el último Emperador por su actitud dictatorial en los rodajes y su intransigencia en determinadas situaciones, aunque a Kurosawa parecía no molestarle en absoluto.


Su siguiente trabajo fue una adaptación de la novela de Fiódor Dostoyevski, El idiota (1951). A parte de significar su primer contacto con la literatura foránea en su cine es la corroboración de su admiración hacia la cultura occidental. El problema de este film es que fue mutilado literalmente, su montaje final tenía unos 265 minutos de duración que se vieron reducidosa 180. Quizás el intento de adaptar una novela tan extensa como la de Dostoyevski fuera un reto demasiado ambicioso aunque el hecho de adaptar a un autor occidental y efectuar una dirección más cercana a la americana en el film nos deja clara la voluntad de Kurosawa por internacionalizar su cine y hacerlo más accesible para el espectador extranjero. La película fue un fracaso comercial, su excesiva complejidad y dispersión estructural hicieron que la crítica se ensañara con él.

Dolido en su orgullo dio un paso atrás y volvió al cine que le ensalzó a finales de los cuarenta, fijó su mirada a pie de calle y nos habló de un funcionario público consumido por su monótono trabajo y sumido en un trance del que sólo despierta al ser diagnosticado de un cáncer de estómago terminal. El protagonista, interpretado por Takashi Shimura, se replanteará la vida y decidirá vivir lo que le queda de vida disfrutando de todo lo que le rodea y sobre todo, viviendo. Este film, Vivir (1952), le ayudó a volver a la cima del cine asiático, su obra volvió a cruzar las fronteras y recuperó su crédito como director.

Kurosawa y Shimura en el rodaje de Vivir (1952)

Gracias a ello, durante los dos siguientes años estuvo trabajando sin descanso con la obra referencia de toda su filmografía, Los siete samuráis (1954). A parte de las dos nominaciones a los Oscars que consiguió y el León de plata que obtuvo en el Festival de Venecia, esta película estableció la base actual de las películas de aventuras y fue el referente de la última etapa del western. La película influyó a muchísimos directores, no sólo por su historia sino también por sus avances en la edición o en la realización, entre los admiradores de esta obra maestra están George Lucas, Sergio Leone, Francis Ford Coppola o Sam Peckinpah (casi nada). Sencillamente, el cine de aventuras no se puede entender sin Los siete samuráis.


Kurosawa se había convertido en uno de los creadores más importantes del momento, su talento se comparaba a contemporáneos como Bergman o Fellini. En EEUU suspiraban por verlo dirigir algún día en tierras americanas, mientras tanto, comenzaban a negociar el remake de Los siete samuráis; Los siete magníficos (1960).

Su éxito no cesó con sus siguientes películas. Crónica de un ser vivo (1955), volvía a tocar las cicatrices del pueblo japonés tras la segunda guerra mundial; el protagonista es un anciano que se ha vuelto loco por el miedo a otro bombardeo nuclear. El miedo le lleva a gastar grandes sumas de dinero en búnkers, intentos de llevar a toda la familia fuera de Japón, etcétera, hasta que la familia toma las riendas en el asunto y acaban por arrebatarle el poder sobre sus riquezas. Esta cercanía que mostraba el maestro y su preocupación sobre el Japón tambaleante de la postguerra hacían que la filmografía del director fuera variando entre los films de época y los referentes al Japón en el que vivía, esto dotó a su carrera de una profundidad y versatilidad únicas, recibiendo elogios hasta del mismísimo John Ford, el cual confesó: “Amo a Kurosawa”.

Las tres producciones siguientes fueron Trono de sangre (1957), Los bajos fondos (1957) y La fortaleza escondida (1958). En común tienen que están ubicadas en el Japón feudal, justamente en el mismo contexto que Los siete samuráis. De la primera, sólo decir que está considerada como otra de las grandes obras maestras de Kurosawa y fue su segunda adaptación de un autor occidental, en este caso Shakespeare y la obra es Macbeth.

En segundo lugar, Los bajos fondos es una adaptación de la obra de Máximo Gorki que relata la historia de una serie de personajes de las clases bajas de la antigua Rusia zarista, en este caso será en el Japón feudal. La película no fue muy bien considerada en aquel entonces pero ha ido ganando enteros con el paso de los años, por otro lado podemos observar su profunda admiración por la literatura y el teatro rusos tras las adaptaciones de Dostoyevski y Gorki, algo que no terminará aquí. Casualmente, este fracaso se repetirá mucho más adelante con Dodesukaden (1970), película homónima a Los bajos fondos.

La fortaleza escondida (1958)

Finalmente, el último film que dirigió en la época de los cincuenta fue La fortaleza escondida, para muchos, una de las 5 mejores películas del director. El film trata sobre un samurái que debe escoltar a una princesa por tierras enemigas con un valioso cargamento de oro. Este film, supuso el preludio de posteriores producciones como Yojimbo o Sanjuro. La fortaleza escondida fue la principal inspiración de George Lucas a la hora de crear Star Wars, como anécdota, Lucas quería a Toshirô Mifune interpretando a Obi-Wan Kenobi, finalmente desechó la idea por su poco conocimiento del idioma y escogió acertadamente a Sir Alec Guiness.

Concluyendo; la década de los 50 significó la consagración del director como uno de los genios del celuloide. En esta época pudo desmelenarse y profundizar en los temas que él quería mostrar en pantalla, a parte, hay que resaltar la gran contribución que hizo con el montaje. Su manera de rodar, siempre con multicámara, otorga una perfecta continuidad al montaje, dotando de realismo a la secuencia y de ritmo al film en general. Su obsesión por el teleobjetivo, por los elementos meteorológicos y su amor por la naturaleza, harán de su cine una marca única e inimitable, reconocible en todos los puntos del planeta.

A principios de los 60 Kurosawa ya era conocido como el Emperador del cine.

domingo, 28 de marzo de 2010

100 años de Akira Kurosawa: El joven Akira (I)

“Crear y contar es maravilloso”

Akira Kurosawa


Akira fue el séptimo hijo de Isamu y Shima Kurosawa, nació el 23 de marzo de 1910 en el distrito de Omori en Tokio. Su madre, Shima, procedía de una familia de comerciantes de Osaka, fue una mujer que lo dio todo por sus hijos y su marido. Isamu, el padre, dirigía un instituto del ejército japonés en Tokio y era descendiente de una antigua línea de samuráis.

En la escuela tuvo fama de niño llorón y travieso, allí conoció a Keinosuke Uekusa, futuro guionista que colaboraría con él en varias películas (La más bella, El ángel borracho). Su infancia se vio marcada por la influencia de dos figuras, la de su padre y la de su hermano mayor Heigo. Su padre, Isamu, representaba la tradición y los valores del Japón antiguo, gracias a él, Akira empezó a mostrar interés en el kendo (arte marcial que se basa en la lucha con sables de bambú o madera) y en el mundo militar, desde las antiguas historias de luchas entre clanes del Japón medieval hasta las historias de antiguos samuráis solitarios que vagaban por los antiguos caminos del país del Sol naciente.

Heigo
, sin embargo, representaba todo lo contrario. Su hermano mayor era un admirador de la cultura occidental, además de ser un gran aficionado al cine y un exitoso estudiante. El amor de Heigo por el séptimo arte le llevó a trabajar en varias salas de cine de Tokio actuando como benshi. El benshi en Japón era lo que se puede entender como explicador (España) o bonimenteur (Francia), es decir, una persona que se dedicaba a explicar lo que sucedía en la pantalla para facilitar la comprensión del público. Akira, emulando a su hermano, se convirtió en un devorador de cine. Durante esta época descubrió y se enamoró de Renoir, John Ford, Dreyer y Fritz Lang.

Desgraciadamente con la llegada del sonido, Heigo vio peligrar su trabajo, lo que le llevó a organizar una serie de huelgas y manifestaciones. Akira, por aquel entonces, se sumó a la lucha que había emprendido su hermano escribiendo artículos en varios periódicos estudiantiles, aunque su talento no relucía precisamente dentro del terreno periodístico sino con la pintura, hecho que le llevó directamente hacia la universidad de bellas artes de Tokio bajo la tutela de un profesor de su escuela.


Heigo se suicidó tras el fracaso en las huelgas poco después de que Akira cumpliera los veinte años de edad
(1930). Esto hizo que Akira quedara como el único hijo varón de la familia y provocó que entrara en una profunda depresión. Las dudas y las inseguridades atacaron al joven Kurosawa hasta plantearse si realmente tenía talento como para ser pintor. Esto último le motivó para que probara en distintas ramas del arte como en la literatura, el teatro o la música, sin embargo, no tuvo éxito en ninguna.


Cinco años después (1935) se enteró de la existencia de un programa de aprendices de director llevado desde Toho; uno de los estudios de cine más grandes de Japón. Esta fue sin duda la mejor decisión de toda su vida ya que nada más entrar tardó poco tiempo en convertirse en el ayudante de dirección habitual de Kajirô Yamamoto, el cual llamaría cariñosamente Yama-san y consideraría como su gran maestro y mentor. Posteriormente dijo: “Me había dedicado a la pintura, a la literatura, al teatro, a la música, al fin y al cabo, me había quebrado la cabeza con todas las materias que reúne el cine.”


Su ascenso hacia la dirección se consumó en 1941 cuando tuvo la oportunidad de rodar varias escenas de la película Uma (1941), dirigida por Yamamoto. Su buen hacer tras las cámaras se vio recompensado dos años más tarde cuando adaptó la novela de Tsuneo Tomita, lo que sería su ópera prima, La leyenda del gran judo (1943). Kurosawa se convirtió en el director de moda japonés gracias a su manera de dirigir a los actores y por sus movimientos de cámara que dejaban adivinar sus influencias americanas y europeas en su cine.

La leyenda del gran judo (1943)

Su éxito provocó que durante la guerra tuviera que dirigir varias películas propagandísticas como La más bella (1944) o la secuela de su ópera prima, La nueva leyenda del gran judo (1945). La primera hacía hincapié en la importancia del papel de la mujer durante el conflicto y la segunda mostraba la superioridad de la cultura japonesa frente a la americana mediante la lucha de un judoka frente a un boxeador, obviamente, el primero sale victorioso. Entre estos dos films encontramos una pequeña joya, un mediometraje llamado Los hombres que caminan sobre la cola del tigre (1945). Este film está basado en una antigua leyenda japonesa (un kabuki llamado Kanjincho) ubicada en el Japón feudal. Digamos que este es el primer contacto del joven director con las películas de época. Desgraciadamente estuvo prohibido fuera de Japón por las fuerzas aliadas por la ostentación que hace de los valores feudales hasta 1952.

A partir de este momento siempre variará sus producciones entre las de época y las actuales, algo muy significativo si echamos la mirada hacia atrás y observamos que sus dos figuras más importantes fueron su padre (descendiente de samuráis y de carácter tradicionalista) y su hermano (amante de la cultura occidental y del progreso).

Con el fin de la guerra, Kurosawa se vio liberado de la presión política y no tardó en dirigir varias películas criticando el antiguo régimen del emperador Hirohito. Los que construyen el porvenir (1946), No añoro mi juventud (1946) y Un domingo maravilloso (1947) son tres pruebas de ello. Cómo anécdota, Los que construyen el porvenir fue una película que más tarde repudió e intento excluir de su filmografía a toda costa, de hecho, aún hoy día cuando se cita su filmografía se ignora esa película. Gracias a Un domingo maravilloso pudo conseguir el premio al mejor director en el festival de Mainichi junto con su compañero Keinosuke Uekusa que consiguió el premio al mejor guión. Estos éxitos no dejarían de sucederse en sus posteriores producciones.

En todas estas películas culpa al antiguo régimen de las penurias que se vivieron en la postguerra por culpa de la participación de Japón en el conflicto. Esto hizo que muchos lo catalogaran como director “rojo” por su obsesión con el régimen imperial, cosa que le molestaba porque aunque Kurosawa tenía una gran preocupación sobre los conflictos sociales durante la postguerra, ello no quería decir que apoyara abiertamente al comunismo, de hecho, el siempre negó que lo fuera.


Poco después estrenó tres películas que le consagrarían como el mejor director de Japón y probablemente del continente asiático; la primera es El ángel borracho (1948), el primer film de cine negro de Kurosawa que nos habla sobre la amistad entre un doctor alcohólico y un gángster con tuberculosis. Esta película destaca por ser la primera en la que trabajó con Toshirô Mifune. La dupla entre Mifune y Shimura (otro actor habitual con Kurosawa) fue una de las más exitosas del cine japonés, logrando combinar la bondad y buen hacer de Shimura con esa mezcla de agresividad y atracción que Mifune poseía.

Takashi Shimura y Toshirô Mifune en El ángel borracho (1948)

Las dos películas siguientes también tuvieron a esta dupla como protagonistas; Duelo silencioso (1949) y Perro rabioso (1949). La primera, un fantástico drama sobre un doctor que se contagia accidentalmente por la sífilis a causa de un corte con un bisturí, esto le obliga a cambiar su vida drásticamente. Perro rabioso es el segundo film noir de Kurosawa y trata sobre un policía que ha perdido su revólver, en él quedan seis balas que parecen ser las causantes de una serie de muertes en la ciudad de Tokio.


Estos últimos films son sin duda alguna los mejores de la década de los 40 dentro de su filmografía. Con la llegada de los 50, Kurosawa se establecerá como uno de los directores más importantes del momento, revolucionando el montaje, embarcándose en las producciones más ambiciosas de la historia de Japón e influyendo a los directores más importantes de la época.
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