"¡Tráiganme la cabeza de Alfredo García!"
El Jefe, Quiero la cabeza de Alfredo García
El Jefe, Quiero la cabeza de Alfredo García
El último guión de Peckinpah.
Así titularía este film crepuscular, solitario y desestabilizador, quizás el más Peckinpah de todos, el más obsesivo y al menos para mi, el más interesante.
Tras los éxitos cosechados con Grupo salvaje, Perros de paja, La huida y Pat Garret y Billy el niño, Peckinpah consiguió por primera vez en su carrera tener la libertad total en la elaboración y acabado del film. Quiero la cabeza de Alfredo García marcó un punto de inflexión en su carrera, se puede decir que esta es la última gran película de Peckinpah (con el permiso de la Cruz de hierro) ya que a partir de ahí su carrera se vio afectada por su adicción al alcohol y a la cocaína, convirtiéndolo en un ser olvidado y marginado por los medios.
Tras su estreno en 1974, el director sufrió un aluvión de críticas tanto por el público como por la crítica, cabe añadir que para muchos críticos de la época, esta fue una de las peores películas jamás filmadas en la historia del cine. Posteriormente la película fue adquiriendo más y más admiradores hasta convertirse en uno de los referentes más importantes dentro de las road movies.
La trama arranca cuando El Jefe (Emilio Fernández), un poderoso terrateniente mejicano afincado en Irigoyen (Argentina), entra en cólera y pide la cabeza de Alfredo García por haber dejado embarazada a su hija. Para ello moverá sus mejores fichas y lo buscarán por México DF, ofreciendo una recompensa de diez mil dólares al que logre cortarle la cabeza y traerla de vuelta a Irigoyen. En el camino se encuentran a Bennie (Warren Oates), perdedor entre perdedores que dice conocerlo y saber donde encontrarlo.
Él y su novia, Elita (Isela Vegas), se embarcan en la búsqueda de Alfredo García por las carreteras de México, de pueblo en pueblo, de gasolinera en gasolinera, tal y como dice el dicho, carretera y manta. Bennie, tras ver como su novia se acuesta con un bandolero (Kris Kristofferson), matar a unos cuantos tipos, despertarse y darse cuenta de que le han enterrado vivo, consigue finalmente la cabeza. Bennie, obsesionado con el dinero de la recompensa, decide llevar la cabeza hasta Irigoyen.
Podemos observar un cambio ostensible a partir de este punto de la película que hace que el film se convierta en una road movie bastante surrealista; en ella tenemos a un personaje que conduce un coche por el desierto de México, bajo un Sol abrasador y hablando con una cabeza que está en el asiento del copiloto del vehículo. El final, ¿Qué se puede decir? Es un final Peckinpah en el que la obsesión por cumplir una empresa y la codicia confluyen hasta llevar al protagonista a la autodestrucción.
Quiero la cabeza de Alfredo García nos deja un cúmulo de sensaciones diversas que van turnándose mientras avanza la psicótica trama. Entre ellas destacaría todo el arranque del film donde vemos que Peckinpah, poco dado a moralismos y regodeos, decide comenzar la película de una manera extremadamente directa y extremadamente efectiva, sencillamente necesita de una pregunta, “¿Quién es el padre?”, y una respuesta, “Alfredo García”, para saber de que tratarán los 112 minutos restantes: de traer la cabeza de dicho señor.
Bennie es un personaje peculiar, es un perdedor nato, un ser olvidado y estancado en una vida que no quiere vivir. Por suerte tiene a Elita, una musa, una preciosa mujer que le ama y le hace la vida mucho más soportable. Bennie, tras saber de la recompensa de los diez mil dólares, decide tirarse de cabeza para conseguirlos y así poder escapar de México, de su vida y de sus fracasos.
La obsesión de Bennie va in crescendo a medida que avanza el film, la necesidad de dinero, el peso de la palabra dada, la pérdida de un ser querido y el haber matado a más de una persona en el camino, ciegan al personaje hasta encaminarlo en una ruta inevitable hacia el infierno. Destacaría también sus gafas de Sol, siempre me hicieron recordar a Ginjirô, antagonista de El infierno del odio, sin embargo, muchos criticaron la interpretación de Warren Oates por ese mismo detalle, llevar siempre puestas las gafas de Sol.
Concluyendo, Oates dijo en su día; “Para interpretar a Bennie, un ser desgraciado y perdedor, sólo tuve que fijarme en Sam”. Eso era el cine para él, amor y desgracia, de eso nos quiere hablar en Quiero la cabeza de Alfredo García. Bennie es el reflejo de Peckinpah, que se ve obligado a cumplir un objetivo a sabiendas que le llevará hacia la muerte, en el caso del director es sencillamente el hecho de hacer una película, algo que amaba tanto como lo carcomía por dentro.
Única.
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