miércoles, 19 de mayo de 2010

Crónicas de Tannhäuser: Antes del atardecer

“Los recuerdos son maravillosos si no tienes que afrontar el pasado”

Céline, Antes del atardecer.


Hoy, de manera exc
epcional, me saltaré las normas y me zambulliré en una película relativamente actual que sacudió la cartelera e hizo acto de presencia, sin mucho éxito, en algunos de los festivales más célebres del mundo del cine, consiguiendo una nominación al mejor guión adaptado en los Oscar y otra al Oso de oro de Berlín. Es muy complicado hablar de esta película de una manera objetiva, intentar analizarla fríamente o no emocionarse cuando se escribe sobre ella. Sobre papel, Antes del atardecer no es más que una secuela de una película del año 1995 llamada Antes del amanecer.

Su predecesora nos narra la historia de Jesse (Ethan Hawke), un joven estadounidense que realiza un viaje en Interrail y se dirige a Viena como último destino para tomar su avión de vuelta. Casualmente se topa con Céline (Julie Delpy), una estudiante francesa que va a visitar a su abuela en Budapest. Ambos mantienen una apasionada conversación hasta que llegan a Viena, destino de Jesse. Sin embargo, este logra convencer a Céline para que baje del tren con ella y pasen
una noche juntos en Viena. Esa noche visitan todos los rincones de Viena y se verán envueltos en una vorágine de deseo y amor inesperado. A la mañana siguiente, Céline tendrá que volver a París, no sin antes prometerse que se volverán a ver en Viena, en la estación de tren, en el mismo andén, a la misma hora, seis meses más tarde.

El film, repleto de talentosos y brillantes diálogos, como también de ocurrentes situaciones enmarcadas en un contexto que desborda serotonina por doquier, situó a Richard Linklater como uno de los autores más talentosos y prometedores de los noventa. La historia podía haber terminado aquí, no obstante, el caché de los dos protagonistas fue en aumento y la película, lejos de ser considerada como el melodrama del verano del 95, se postuló como una película de culto, más bien de referencia dentro del cine romántico.

Nueve años después se anunciaba el estreno de la secuela y más de uno debió avistar un bodrio de bíblicas dimensiones acechando la cartelera (al menos durante una semana). En cambio, Linklater nos regaló un clásico, un ejercicio cinematográfico muy superior al anterior, una película que rebosa talento se mire por donde se mire, un guiño a la Nouvelle vague en el mejor escenario posible, París.


La historia transcurre nueve años después tanto en la realidad como en la ficción y arranca en una pequeña librería parisina. Jesse, ahora convertido en un exitoso escritor, está siendo entrevistado varios periodistas descubre a Céline entre el tumulto. El reencuentro entre ambos abrirá puertas que estaban cerradas desde hacía mucho, la primera obviamente, buscará la explicación de porqué no llegaron a reencontrarse en Viena. Posteriormente descubriremos que Jesse está infelizmente casado y que Céline, que ahora se dedica a la ayuda humanitaria en la India, mantiene una relación estable. Aquí me detendré, no me animo a continuar y deshojaros el resto de la historia, sólo os avanzaré que al igual que su predecesora, Antes del atardecer nos lleva por los rincones de la capital francesa, desde las orillas del Sena hasta sus pequeñas cafeterías de la mano de dos personajes que se dirigen inevitablemente hacia la más dulce de las equivocaciones (o de los aciertos, depende de como se mire).

Desde el concepto del tiempo, el cual es real en todo momento, no sólo durante el transcurso de sucesos en el film sino también en el espacio entre ambas películas, mejor dicho, ambos encuentros, Linklater da una lección de cine. No sólo el guión es brillante (en el que participaron activamente Hawke y Delpy), sino también la realización, basada en un eterno travelling out que acompaña a los personajes allá por donde pisan. El desprecio por el plano-contraplano, la voluntad de plasmar la realidad y la espontaneidad del encuentro, como también el sentimiento que hay entre la pareja, hacen de este film algo único en su especie, una joya del celuloide que seguro estoy que se revalorizará con el paso del tiempo.


Rebuscando entre los clásicos he encontrado tres films que parecen guardar ciertas reminiscencias con la película en cuestión. Tres obras maestras que nos hablan de esos amores que nunca podrán darse en la realidad, historias condenadas al recuerdo (o al olvido), en definitiva, romances inconclusos. En Antes del atardecer sentimos el peso del recuerdo tratado desde un prisma melancólico y nostálgico, así como Humphrey Bogart rememora apesadumbrado lo vivido en París en la célebre Casablanca (1942). Por otro lado y al igual que en Breve encuentro (1945), tenemos la presencia de ese tren que simboliza la oportunidad anhelada, la liberación de nuestros sentimientos por un amor desmedido hasta el punto de considerarse inapropiado. Finalizando, nos topamos con el deseo que llevará a dos personas diametralmente opuestas a renunciar a todo en pro de sus sentimientos así como en Sucedió una noche (1934).



La cosa va de amores imposibles, de historias rotas y recuerdos que se escapan entre los dedos como si de arena se tratase. El film tiene todos los ingredientes necesarios para enamorarnos, no sólo de sus personajes sino también de la historia que comparten. En sí, es una conversación de 77 minutos que recorre multitud de temas por multitud de lugares dónde se sincerarán, hablarán de política, religión, sobre las diferencias entre franceses y americanos, de literatura y de Nina Simone. Visto así queda un tanto pedante, algo que no niego en absoluto, de hecho, Julie Delpy encarna a la perfección el papel de chica sofisticada y afrancesada, algo que por otro lado combina perfectamente con una sensibilidad y ternura que encandilan a cualquiera. Hawke está encantador, elegante y suelto, sin duda en el mejor papel de toda su carrera. Ambos están estupendos y logran rescatar a los mismos personajes que encarnaron nueve años antes otorgándoles una mayor profundidad y madurez.

Concluyendo, la premisa básica del film sería; “¿Qué sucedería si conocieras a tu alma gemela en un lugar recóndito del mundo y supieras que jamás podrás compartir la vida con ella por culpa de la distancia y de las responsabilidades que te atan a tu mundo?”. Cierto, la idea de que sólo haya una persona en el mundo que nos complemente es un tanto diabólica (tal y como dice Delpy en el film), pero, ¿Qué le vamos a hacer? Lo queramos o no, seguiremos siendo unos románticos empedernidos.

Quizás, unos de los 77 minutos mejor empleados en la gran pantalla, una de las historias más sencillas, honestas, profundas y brillantes que jamás se hayan escrito. El film es una oleada de aire fresco que estremece de pies a cabeza, que te deja anclado en el sofá varios minutos tras haber finalizado, ambigua e inacabada, estamos ante uno de los mejores romances del celuloide.

Bienvenidos al mundo de las historias inconclusas.

1 comentario:

Javier Meléndez Martín dijo...

Hola.

ANTES DEL AMANECER y ANTES DEL ATARDECER son dos de mis películas favoritas. Ambos filmes deberían estudiarse en las escuelas y talleres de cine como ejemplo del uso del diálogo. Linklater no rehuye de las palabras. Sin embargo, no acumula tópicos y no hay relleno. El diálogo se mueve gracias a una estructura. El cambio de un tema a otro, y de un estado de ánimo a otro está calculado. Por este uso preciso de los diálogos me recuerda por momentos a MI NOCHE CON MAUD de Rohmer.

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