miércoles, 1 de septiembre de 2010

Crónicas de Tannhäuser: ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú



“¡Deténganse señores! No pueden pelearse en la Sala de Guerra.”

Presidente Merkin Muffley, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú


Ante todo aclararía que ¿Teléfono rojo? no es una sátira política de carácter antibelicista, sino una comedia negra que parte de una obsesión, una pesadilla diurna, una preocupación enfermiza que impedía que la prima donna del cine de la segunda mitad del siglo XX no conciliara el sueño; ni más ni menos que Stanley Kubrick.

Antes de buscárle los tres pies al gato intentando hallar alguna tesis crítico-reflexiva sobre el conflicto, os invitaría a mirar el resultado de la película como una canallada, una farsa, un instrumento para meter cizaña y crispar un ambiente ya crispado de per se. No pasemos por alto el hecho de que la crisis de los misiles de Cuba sucedió solamente dos años antes, provocando que la película, en vez de concienciar al público y forzar la situación hasta lograr un cambio de mentalidad entre los gobiernos (a esto se le llama ambición), contribuyó a aumentar la paranoia generalizada en la sociedad estadounidense.

De todos modos, Kubrick nos plantea y nos advierte (cual ser superior) de que el camino tomado por la humanidad es el equivocado. El terrible desembolso en tecnología punta y energía nuclear enfocadas para la guerra nos expondrá a un apocalipsis prematuro provocado por el hombre. Los artífices de tan catastrófica hazaña son nuestros preciados políticos, caricaturizados en el film como una panda de ineptos incapaces de dimensionar la magnitud del conflicto que tienen entre manos.

La “comedia de pesadilla” (bautizada así por Kubrick) se inspira en la novela de Peter George titulada Red Alert. La novela de George no tiene mucho que ver con el guión adaptado de Kubrick exceptuando el contexto en el que se ubica. Kubrick y el guionista Terry Southern adaptaron y transformaron la trágica novela en una apocalíptica comedia negra.Si un personaje que es un alto mandatario del gobierno o del ejército recibe la noticia de que se ha presionado el botón rojo mientras está en su despacho, esa película será un documental. Si en cambio la recibe mientras está con su familia de vacaciones, tendremos una película de acción con una alta carga dramática. Por último, si recibe la noticia estando en el cuarto de baño estaremos hablando de una comedia”, respondió el director al preguntarle acerca del punto de vista cómico sobre el conflicto. El talento de Kubrick se refleja en cada réplica del guión, llevando el enfrentamiento hasta la enajenación mediante diálogos delirantes. Lo curioso es que la película, aún exagerando y llevando la pugna a límites insospechados (o sospechados por muchos, depende de como se mire), no dista tanto de la realidad, erigiéndose así como una metáfora o alegoría de la Guerra Fría. “Al reflexionar sobre la Guerra Fría, me cercioré de que era una auténtica locura, un todo por el todo que nos llevaría a la autodestrucción.”, Kubrick dixit.


Zambullámonos de lleno en el argumento. En él nos topamos con el explosivo personaje de curioso nombre, Jack D. Ripper (Sterling Hayden), general de las fuerzas aéreas estadounidenses que planea dar comienzo a una guerra nuclear contra los soviéticos. El general Ripper, falto de cordura, da la orden de bombardear a varios objetivos dentro de la Unión Soviética con bombas nucleares. El presidente americano, Merkin Muffley (Peter Sellers), comunica a su homónimo soviético el tremendo error que se ha cometido entre sus filas. Los soviéticos amenazan con pulsar el fatídico botón del “dispositivo del juicio final” (dispositivo que asegura la destrucción del mundo) si no detienen el ataque. Entretanto, los altos mandatarios del ejército estadounidense, discuten acaloradamente en la Sala de Guerra el modo de cancelar el ataque que se está desplegando. Entre ellos encontramos a personajes destacados como el General Turgidson (George C. Scott), gran patriota y fanático del ejército yankee que ve el conflicto como un juego, también a la estrella del film, el doctor Strangelove (también interpretado por Sellers), un estrambótico científico oriundo de la Alemania nazi que intenta convencer al resto de rehacer la humanidad viviendo bajo tierra, en una sociedad en la que cada hombre tendría derecho a diez voluptuosas mujeres, a lo que obviamente todos los presentes acceden. La tensión crece cuando uno de los bombarderos enviados pierde la comunicación con tierra por una avería en la radio, dirigiéndose inevitablemente hacia su objetivo comunista, acelerando el destino de la humanidad hacia su irremediable final.

Y así fue como en el recién estrenado 1964, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (inentendible traducción del título original; Dr. Strangelove, or: How I Learned To Stop Worrying And Love The Bomb) llegó a todas las salas de Norteamérica, sembrando la paranoia y el desconcierto, transformando el nombre de Kubrick de talentoso director a perturbador del orden público. De entre los cientos de varapalos que se llevó el director, surgieron algunas palabras de apoyo que entendían al igual que él, la comedia y lo absurdo del conflicto soviético-americano, estas provenían de boca de la crítica internacional, la cual la acogió con los brazos abiertos como una obra maestra. No obstante, muchos le criticaron la falta de mensaje y la ausencia de alternativas o soluciones a la guerra, algo inalcanzable incluso para Kubrick. En definitiva, el director no consiguió forzar la máquina para acelerar el fin del conflicto, sino todo lo contrario, aún así, nadie impidió que fuera nominada a cuatro Oscar y ganara tres premios BAFTA.


Peter Sellers es el otro nombre propio. El actor británico interpreta tres papeles distintos en el film (y eso que en un principio iban a ser cuatro); el capitán Lionel Mandrake, el presidente de los EUA Merkin Muffley y el personaje estrella, el estrambótico Dr. Strangelove. Cada uno de los personajes comparten la postura de evitar el conflicto a toda costa, muy en contra de las pasionales decisiones de muchos integrantes del ejército y del gobierno. El personaje más destacado es sin duda Strangelove, que hace un guiño a Rotwang (el científico loco de Metrópolis), mostrándonos al Sellers más desatado en un personaje delirante e incontenible.

Particularmente y en contra de lo comúnmente aceptado, mis preferencias y gustos viran hacia otros horizontes. Sin la intención de ningunear el trabajo de Sellers, pienso que George C. Scott en su papel de general anticomunista incapaz de darse cuenta de la magnitud del enfrentamiento, y Sterling Hayden, demente general que da la orden a su escuadra nuclear de combate, de bombardear sus respectivos objetivos en la URSS, son gran parte del atractivo del film, culminando ambos con unos de los papeles más significativos de sus carreras.

El ring del teléfono rojo había retumbado sin cesar por todos los rincones del planeta, convirtiéndose en una película capital dentro del contexto de la Guerra Fría, hasta el punto en el que Ronald Reagan al llegar al poder en 1981 preguntó por la ubicación de la Sala de Guerra al llegar a la Casa Blanca. No hace falta decir que con respecto a lo técnico, Kubrick era lo máximo. El look de ¿Teléfono rojo? está perfilado e iluminado por un Gilbert Taylor sublime, que de la mano de Kubrick dejó una huella en la historia del celuloide con una de las fotografías más brillantes y avanzadas a su tiempo que se recuerden. No sólo la historia era demencial, también los tiros de cámara y un estilo más cercano al cómic que al cine, no sólo por la fotografía, sino sobre todo por el tipo de personajes caricaturizados que se nos muestran en pantalla.


Pero debo detenerme aquí, cerrar está pequeña ventana que acabo de abrir y dejaros con lo poco que habéis leído, suficiente para saber si queréis o no verla. De todos modos, recalcaría el inconmensurable talento de Kubrick a la hora de crear obras perennes a las cuales el tiempo parece no hacerles mella. Hoy día aún se disfruta igual que antes, sigue haciendo tanta gracia como antes y continua siendo tan magistral como antes. Siempre quedará en la memoria la imagen del Mayor "King" Kong cabalgando la bomba, simbolizando la que para muchos es la mejor película de Kubrick, a mi en cambio, me gustaría definirla como...

La última carcajada antes del fin del mundo.



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