jueves, 12 de noviembre de 2009

"50 hombres muertos", un thriller excepcional, extraordinario, único

Jim Sturgess y Ben Kingsley en una escena de la película

Este viernes se estrena en las salas de cine 50 hombres muertos -de la directora canadiense Kari Skogland-, un film protagonizado por Ben Kingsley y Jim Sturgess presente en la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla. La cinta está basada en la obra homónima (en inglés, Fifty Dead Men Walking) de Martin McGartland, que relata en ella sus experiencias como agente infiltrado en el IRA durante la época más sangrienta del conflicto irlandés.

Martin (Jim Sturgess), un gamberro de los barrios dominados por el IRA, es convencido por las autoridades británicas para que trabaje como informador al mando de Fergus (Ben Kingsley), que trata de protegerlo en todo momento debido a la situación de peligro a la que el joven se enfrenta. Sin embargo, las informaciones que filtra consiguen salvar muchas vidas hasta que es descubierto y las autoridades británicas se desentienden de él.


La trama se presenta con un ritmo trepidante cercano al que encontrábamos en
Trainspotting hace años, con una música bien seleccionada que acompaña en todo momento a unas imágenes que se suceden las unas a las otras sin que dé tiempo a asimilar las secuencias precedentes. 50 hombres muertos es un thriller que consigue mantener en vilo la atención del espectador de principio a fin, con una estructura circular que consigue cerrar la historia a la perfección.

Sin embargo, si hay algo que merece ser destacado en este film, son las actuaciones de Ben Kingsley, capaz de interpretar especialmente bien los matices de su personaje, y un sorprendente Jim Sturgess que increíblemente consigue ponerse al nivel de su extraordinario compañero de reparto, una joven promesa que realiza una labor impecable interpretando a Martin. Tal es la química entre Kingsley y Sturgess que cada vez que aparecen juntos en la pantalla, nos hacen vibrar con ellos.


La historia de Martin McGartland merecía ser contada y la directora Kari Skogland lo hace de un modo excepcional, sin complicaciones en la trama y con un hilo argumental suficientemente elaborado como para hacer que el espectador no aparte la vista ni un solo segundo.


Sin lugar a dudas, un film sobre la historia de Irlanda que no deja indiferente a nadie y que pasa, directamente, a los imprescindibles del género.

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