domingo, 11 de abril de 2010

100 años de Akira Kurosawa: High and Low (III)


"Las películas no son planas. Son esferas multifacéticas".

Akira Kurosawa


En toda historia siempre hay altibajos, crisis, momentos en los que se pierde el rumbo y se vacila ante las adversidades. El caso de Kurosawa fue algo extremo, ya fuera por los problemas que comenzó a tener con la bebida, por un carácter extremadamente egocéntrico o bien por ver como sus sueños se truncaban de manera inevitable. Durante los sesenta se vivió el declive del director japonés, se rompió la exitosa relación con Toshirô Mifune seguido de un largo periodo de inactividad en el que tonteó con el suicidio en más de una ocasión.

De todas maneras, la década de los sesenta no podía empezar mejor para el director japonés, la crítica le adoraba, en Hollywood se lo rifaban todas las productoras e incluso se estrenó Los siete magníficos (1960), remake americano de Los siete samuráis que al igual que su predecesora fue un éxito comercial. Respecto a su trabajo, su entrada a la nueva década fue espectacular con Los canallas duermen en paz (1960), un complejo y apasionante film donde se investiga una misteriosa muerte dentro de un marco bastante actual, el de la corrupción urbanística. El gran trabajo realizado en este film le valió para ganarse una nominación a los Globos de oro como mejor película y una vez más demostró ser uno de los mejores directores de cine negro del momento.

El frenético ritmo de Kurosawa (película por año) no se detuvo y de nuevo volvió a la carga con otro film antológico, otro film más de Kurosawa entre los mejores de la historia, efectivamente, hablamos de Yojimbo (mal traducido en España como Mercenario). Estrenada en el año 61, fue una película que causo furor por su extrema crudeza y violencia. Yojimbo trata sobre un solitario samurái que vaga por el Japón feudal subsistiendo como puede. Al llegar a una pequeña aldea se verá envuelto en una batalla entre dos bandos, algo que aprovechará para conseguir algo de dinero como guardaespaldas de uno de los dos líderes gracias a su gran destreza con la katana y su profundo conocimiento de las artes marciales. Tras varias idas y venidas acabará siendo traicionado y sufrirá un intento de asesinato. Dado por muerto, el samurái (Mifune obviamente) se recuperará en la sombra esperando la hora de consumar su venganza. Yojimbo fue nominada como mejor película en el festival de Venecia y rápidamente se situó como una de las mejores películas de todos los tiempos.


Yojimbo (1961)

El éxito fue tal que Kurosawa se vio obligado a crear una secuela del film llamada Tsubaki Sanjûrô (1962) donde nos encontramos con una historia que sigue la misma línea de la anterior. De nuevo, el mundo quedó cautivado por las aventuras y desventuras que vivía el solitario personaje, esta vez, la gracia no recaía por lo novedoso de la obra sino por su calidad, algo que ha hecho que muchos críticos la ensalcen como una de las mejores películas del maestro incluso por encima de Yojimbo.

Encadenamos rápidamente con su siguiente éxito,
El infierno del odio (1963), su última película de cine negro y también una de las más brillantes de toda su carrera que también llegó a estar nominada al León de oro y al Edgar Allan Poe. Finalmente, la carrera de Kurosawa parecía no tocar techo y el hecho de dirigir en EEUU comenzaba a seducirle. Numerosas ofertas tenía sobre la mesa pero el problema con el inglés le hizo ser más cauteloso, sin contar, obviamente, con la necesidad de saber si en Hollywood tendría la misma autonomía y poder sobre su película como lo tenía en Japón.

Por otro lado, una producción en Italia se estaba rodando una de los western más brillantes de la historia, Por un puñado de dólares (1964), dirigido por el orondo Leone. Este film le sirvió a Leone para establecerse como uno de los directores referencia dentro del western, además, gracias a ella nació una estrella, una leyenda, Clint Eastwood. La relación con Kurosawa viene porque al igual que con Los siete samuráis, Yojimbo había sido copiada y adaptada al western (en este caso spaghetti western). Leone, un fanático de Kurosawa declaró posteriormente que la película se había hecho en homenaje al director japonés, sin embargo, no se pagaron los derechos de autor y provocó que Kurosawa emprendiera acciones legales contra él.

Aún con el proceso de por medio, el director no se detuvo y continuó trabajando. Esta vez sobre un film que significó el principio de su declive y el fin de la comunión Kurosawa-Mifune. Barbarroja (1965), es una obra maestra de las que hacen que te hierva la sangre, epidérmica como pocas, es otro de los grandes films del maestro que consiguió una vez más abrazar el alma del espectador. Sea por su larga duración o su ritmo lento y pausado, Barbarroja fue un fracaso comercial, sobre todo en América. En Europa en cambio, la película fue muy bien recibida y terminó por llevarse el León de oro.

La historia nos habla de un experimentado doctor que enseña a un estudiante en prácticas lo que significa ser un buen doctor. El veterano doctor, de fuerte y complicado carácter, mostrará al chico el camino de la autodisciplina y la perseverancia dentro de un contexto bastante duro que nos muestra la miseria y la pobreza en la que se encuentran los habitantes del pueblo que rodea la clínica. Es sin duda un peliculón en mayúsculas, una película de maestro que por desgracia no funcionó. Parecía que las puertas de Hollywood se le habían cerrado y no podía hacer nada contra ello. Barbarroja era para Kurosawa como lo pudo ser Napoleón para Kubrick, es decir, esta era su película, en ella había invertido grandes cantidades de tiempo, dinero, ilusión y esfuerzo que no se vieron recompensadas. Este fracaso le provocó la ruina, no sólo económica sino también personal. Al no poder dirigir ni trabajar cayó en una profunda depresión que le tuvo apartado del cine durante cinco largos años. Tras caer en la bebida y en un pozo que parecía no tener fondo, apareció la única persona capaz de llevarle de nuevo a la carretera, su esposa Yôko Yaguchi.

Una vez pasado el largo trance decidió volver al ruedo en 1970, esta vez por todo lo alto con dos producciones grandes y ambiciosas.

La primera era una producción de Hollywood (al fin) que trataba sobre el ataque aéreo de los japoneses en Pearl Harbor durante la segunda guerra mundial. Él, siempre había deseado trabajar en EEUU, pero por lo visto, sus métodos de trabajo y sus continuas disputas con los miembros del equipo, elenco y demás, sumado a su poco conocimiento del idioma, hicieron que acabara siendo despedido del rodaje. La película fue estrenada en 1970 y se tituló Tora! Tora! Tora!, Kurosawa no fue incluido en los créditos.


Dodesukaden (1970)

La segunda era Dodesukaden (o Dodes’ka-den), una onomatopéyica y surrealista película que nos narra las vivencias de un grupo de marginados sociales así como lo hizo con Los bajos fondos en 1957. De esta película destaca sobre todo que es su primera película a color (sin contar Tora! Tora! Tora!), mostrándonos así el cambio que había sufrido y su voluntad por reinventarse, sin embargo, la película no gustó ni a crítica ni a público y el director fue linchado a base de bien. El film, quizás uno de los menos acertados y más extraños del director, fue también muy criticado por la ausencia de Mifune, algo lógico, tras haber compartido cartel en 16 ocasiones. Este film volvió a significarle la ruina.

Tras haber sufrido estos duros golpes, Kurosawa recayó en su depresión y en la bebida.
Durante esta época tuvo varios intentos de suicidio y tomó la terrible decisión de no volver a ponerse jamás tras las cámaras.

En 1970, Kurosawa estaba más cerca de la muerte que de la vida, podría decirse que el Emperador había caído y que afrontaba el ocaso de su carrera, sin embargo, aún le quedaba mucho por contar.

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