sábado, 25 de diciembre de 2010

Crónicas de Tannhäuser: El Padrino (II)







“Tu paraíso era América.
Tenías tu negocio, la vida te iba bien, la policía velaba tu sueño con la ley y...
no me necesitabas. Pero ahora vienes a mi a decir <<¡Don Corleone, pido justicia!>>.
Y pides sin ningún respeto. No como un amigo. Ni siquiera me llamas padrino.
En cambio vienes a mi casa, el día de la boda de mi hija pidiendo que mate por... dinero.”


Don Vito Corleone, El Padrino.



Creo en América”, tras estas primeras palabras que hacen de apertura del film, nos introducimos de lleno en la sombría familia Corleone. De origen siciliano y con Don Vito (Marlon Brando) como cabeza de familia, la familia se encargará de llevar varios negocios relacionados con el juego y la prostitución en la ciudad de Nueva York allá por 1946. Tras la soleada escena de la boda de su hija Connie (Talia Shire), Don Vito tendrá que tomar una decisión trascendental para el futuro de la familia; tomar parte en el incipiente negocio de las drogas o no. Poco más tarde Don Vito quedará malherido tras sufrir un tiroteo en pleno corazón de Little Italy, al parecer, la negativa de Don Corleone no había sentado bien al resto de familias. Mientras tanto, su hijo Sonny (James Caan) se encargará de llevar a la familia en ausencia de su padre. Con la ayuda de su consiglieri y “hermano”, Tom Hagen (Robert Duvall), intentarán asestar el último golpe al culpable del atentado contra su padre; Sollozzo (Al Lettieri). Mientras tanto Michael (Al Pacino), hermano menor de Sonny y que siempre había estado al margen de los turbulentos negocios que envolvían a la familia, se ofrecerá como voluntario para asesinar a Sollozzo y así vengar a su padre. Como consecuencia se iniciará una guerra entre las familias que se llevará a varios Corleone por delante. Michael se refugiará en Sicília durante una temporada y así tomará contacto con sus raíces, culminando así su particular metamorfosis mientras espera que las cosas se calmen al otro lado del charco. A su vuelta a América, Michael se encontrará con la familia al borde del abismo y tendrá por obligación recomponerla y poner punto final a la guerra.


Récord de récords

Se dice que el mismo día del estreno (15 de marzo de 1972), Coppola permanecía en su casa escribiendo como un loco el guión de El gran Gatsby (1974), más preocupado por su situación económica que por el funcionamiento en taquilla de El Padrino. Por lo visto, ni el estudio ni él creían que El Padrino, una película de tres horas de duración sobre la mafia, pudiera tener el tirón suficiente como para al menos llegar a los diez millones en taquilla. En definitiva, seis millones de dólares hicieron falta para llevar a cabo el film y 133 millones fue la respuesta del público. Por otro lado, los Oscar se rindieron a la obra de arte que Coppola había regalado al mundo, once fueron las nominaciones y tres las estatuillas que se llevaron; una al mejor guión adaptado, otra al mejor actor (Marlon Brando) y la última para la mejor película. Pese a la vacilante producción y el infernal rodaje, El Padrino rompió todos los récords de taquilla, dejando sobre la mesa no sólo una película inolvidable, sino una serie de trabajos que establecerían los fundamentos del cine de los setentas.

El descenso a los infiernos de Michael Corleone


El film es enorme, grueso, orondo al igual que su director, opulento en algunos momentos, sencillamente auténtico en otros. Se respira en él un profundo amor por el cine clásico, una vuelta a los orígenes a través de una dirección tan sobria como magistral. El Padrino es una obra épica sobre el patriarcado, América y la familia. Este Rey Lear del siglo XX, nos habla del ocaso de un gran líder que se enfrenta inevitablemente a los últimos días de su mandato. La senectud frente a un mundo en cambio constante apartan a Don Vito del camino, dando paso a sus sucesores, que al igual que en la obra de Shakespeare, es el menor de los tres hermanos el que acaba conquistando el trono. Aquí es donde la película guarda su mayor tesoro, su mayor drama, su esencia más primigenia. El descenso de Michael a los infiernos es quizás, uno de los cinco mayores dramas que jamás se hayan visto en pantalla. Su historia transita desde un total desapego a los turbios asuntos familiares hasta proclamarse el rey del clan de los Corleone. Una continuación de desgracias transforman al (seguramente) único personaje con el que pudiéramos identificarnos de buenas a primeras. Su rostro, luminoso y sonriente en los primeros minutos del film, se va tornando oscuro, frío e imperturbable a medida que avanza la película. Finalmente tenemos a un Michael irreconocible, un Michael que puede mirar a los ojos fijamente y mentir a su propia esposa, un ser temible y calculador, capaz de abrazarte y clavarte el cuchillo por la espalda al mismo tiempo.


Cabe resaltar que Al Pacino no tenía más que un par de películas a sus espaldas. Su experiencia estuvo en tela de juicio durante todo el desarrollo del rodaje. Coppola, para calmar el ambiente, mostró a la Paramount la secuencia en la que Michael tiene que matar a Solozzo y al jefe de policía interpretado por Sterling “Caradepalo” Hayden. Los productores quedaron bastante impresionados por los dotes interpretativos de Pacino, hecho que sirvió, no sólo para corroborar la elección de dicho actor para el papel protagonista, sino también como bálsamo para afianzar el puesto de Coppola como director.

Su presencia en el film es magnética, atractiva y embelesadora. No obstante, nuestra relación con él va sufriendo la misma crisis que su pareja, Kay (Diane Keaton). La mimesis con el personaje se va perdiendo minuto tras minuto, las distancias entre espectador y personaje aumentan paulatinamente, llegando a provocar pavor en alguna de las escenas finales, su figura termina por transfigurarse hasta convertirse en el mismísimo diablo. Sin duda alguna, aquel 15 de marzo nació una estrella. La explosión de Pacino dio la vuelta al mundo, en poco más de un par de películas ya era considerado como uno de los mejores actores de la década. Hoy, se le considera uno de los mejores actores de todos los tiempos.

Brando
y el resto

No sabría describirlo sin decir algo que no se haya dicho ya, no sabría amarrarlo con un simple adjetivo, pero superlativo sería la palabra que mas se acercaría a su interpretación. Él es el ejemplo y el objeto de la crítica que recibió el film. Su figura representa la elite de la familia, su saber hacer, sus famosos tics y su elegancia llevaron a atacar a la obra por glorificar a la mafia. Cierto es que la leyenda (los míticos algodones en su mandíbula, que en realidad eran implantes de resina) ha dado muchísima cancha al personaje de Brando, cierto es, también, que sus gesticulaciones, su voz rota y sus poses, sean demasiado manieristas e inaguantables para algunos (no para mí, por supuesto). De todos modos, la huella que Don Vito deja en el film es insustituible, de hecho, mientras Michael va encerrándose en sí mismo y alejándose de las simpatías del espectador, Don Vito no pierde su status (ni su clase) ni al estar al borde de la muerte. Un Brando espectacular consiguió relanzar su carrera con un papel inmortal, protagonizando (además) uno de los mejores arranques de película que jamás se recuerden en la historia del cine.


El espectacular elenco está repleto de brillantísimas interpretaciones que dan vida a personajes inolvidables. Aunque no lo he nombrado aún, especial mención merece John Cazale (interpreta a Fredo), que perfila un personaje que traerá mucha cola, sobre todo en la secuela del film. Por otro lado, figuras como las de James Caan o Robert Duvall, ya consagradas en su día, dejaron su sello en el film con un par de personajes esenciales para la saga de El Padrino. Nombres poco conocidos entonces como el de Diane Keaton comenzaron a resonar en las bóvedas de Hollywood para después convertirse en la musa de Woody Allen. La otra mujer del film fue interpretada por Talia Shire, mucho más conocida por su papel de Adrian en Rocky (1976). Ésta protagoniza una de las tramas más crudas de todo el film al sufrir las continuas palizas de su marido. Concluyendo, incluso viejos conocidos tuvieron su hueco en la ópera de Coppola, así como Sterling Hayden o el mismísimo Brando. En definitiva, El Padrino es una muestra tangible de una película que apostó por las nuevas tendencias teniendo siempre un ojo puesto en el pasado, con ella se abrieron las puertas a la generación del New Hollywood.

El legado

El folklore del film ha terminado por convertirse en leyenda; las conversaciones en la cocina sobre como preparar correctamente (o al modo Clemenza) unos buenos spaghetti, los sabios consejos que Don Vito lega a su hijo, las ostentosas ceremonias religiosas o las grandes fiestas en las que se baila la tarantella hasta caer al suelo redondo. El legado de El Padrino se masca en los films venideros del género, la mafia italoamericana se identificaba directamente con la película, era ya entonces imposible hacerle cambiar de cara. Directores como Scorsese, Sergio Leone, de Palma o incluso Ridley Scott en American Gangster (2007), han reconocido la influencia de El Padrino en su cine. El romanticismo del relato de Puzo se había expandido en el género, sin embargo, la mayoría de películas que surgieron intentando imitar su esencia se quedaron a medio camino entre el relato plúmbeo y ostentoso, y el deseo de una violencia exacerbada.


Aquí nos topamos con un par de personajes que han hecho durante años las delicias del espectador (aunque muchos no lo sepan). Uno es Gordon Willis, aka “El príncipe de las tinieblas”, encargado de llevar la fotografía de la película, especializado en rodar en condiciones adversas con una gran ausencia de luz. La luz cenital en el despacho de Don Vito en contraste con la luz del exterior mientras se celebra la boda, o el caluroso tono lumínico de la Sicília profunda, hacen de la fotografía de Willis una Bíblia para muchísimos profesionales del medio. Su oscuridad se mezcla perfectamente con la increíble banda sonora de Nino Rota. Éste, que no fue nominado al Oscar por haber reciclado las melodías de una película anterior, Fortunella (1958), terminó por inmortalizar una de las melodías más famosas del celuloide. Sobran las palabras.

Entre la solitaria trompeta de Rota, la oscuridad en la que Willis envuelve a los personajes, la desgracia en la que cae la familia desarrollada por Puzo y la sobria dirección de Coppola, se había creado un mito que se instauró al momento en los anales de la historia del cine. La maldición de los Corleone no había hecho más que empezar. Un film harto recomendable para todo el mundo ya que seguramente (sobre todo para los/las que no la hayáis visto) estéis ante una de las cinco mejores películas del siglo XX.


- Os dejo con el mítico arranque de la película.-

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