martes, 25 de mayo de 2010

Crónicas de Tannhäuser: El apartamento

Ya sabes, vivo como Robinson Crusoe, náufrago entre 8 millones de personas.
Entonces, vi unas huellas en la arena, y allí estabas...
es algo maravilloso, ¡Cena para dos!


El apartamento




Allá por el año 34, un tal Samuel Wilder (más conocido como Billy Wilder), aterrizaba en los Estados Unidos junto con su íntimo amigo Peter Lorre con la esperanza de hacerse un hueco como guionista en Hollywood. Juntos, compartieron apartamento, pasaron hambre y momentos difíciles, sin embargo, poco tiempo después consiguió trabajar para la Paramount como guionista bajo el brazo protector de su mentor, Ernst Lubitsch. En aquel entonces nadie podría imaginar que ese polaco miope de rostro bondadoso y mirada ingenua se convertiría en el mejor guionista que haya habido jamás.

Once años más tarde, en 1945, Wilder fue al cine con un íntimo amigo suyo, I. A. L. Diamond, a ver Breve Encuentro, la última película que había estrenado un emergente David Lean, que aquel año se situó como una de las promesas más importantes del cine británico. Satisfechos y con ganas de charlar sobre el film, los dos amigos se acercaron a una cafetería y expusieron sobre la mesa sus puntos de vista. Wilder, gran conocedor de los entresijos de la condición humana, había puesto su ojo sobre un personaje secundario que presta su apartamento para que la pareja lo disfrute; “¿Qué pasa con ese hombre? ¿Seguramente, al estirarse sobre su cama para descansar, aún notaría las sabanas tibias?”, dijo Billy Wilder.

Ese personaje estuvo presente en la cabeza de Wilder durante largos años hasta que finalmente, tras estrenar Con faldas y a lo loco en 1959, volvió a reunirse con su mano derecha, I. A. L. Diamond, y le propuso abordar esa historia, lo que más tarde se convirtió en El apartamento.


El guión, sátira de los tiempos que corrían, repleto de cinismo y humor negro, nos presenta C. C. Baxter (Jack Lemmon), un contable de una gran empresa de seguros de Nueva York que intenta ascender y labrarse un gran futuro a base de trabajo, trabajo y trabajo. No obstante, descubre una vía mucho más rápida para lograr su objetivo. Esta consiste en ceder su apartamento por horas a varios directivos para que ellos lleven a sus amantes de turno. Poco después, descubre a una mujer en su apartamento de la que se enamora perdidamente, ella es Fran Kubelik (Shirley MacLaine). Posteriormente descubrirá que Fran es la amante de su jefe, del cual está enamorado a sabiendas de que es el hombre equivocado, cosa que hundirá a Baxter completamente.



El film nos regala lágrimas y sonrisas a partes iguales mientras nos cuenta las triste historia de un solitario contable que no sabe vivir siquiera consigo mismo. El dinero que gana le llega justo para comer, la única vida que tiene fuera del trabajo está en la televisión y no tiene ningún amigo en la ciudad. Los cambios que se vivieron en aquellos años han sido plasmados perfectamente por Wilder, desde la entrada de la caja tonta a las casas, como la doble moral americana y la pandemia que se apoderaba de la Gran Manzana: el estrés. Según Wilder, “El apartamento pertenece a cualquier ciudad excepto Moscú”, haciendo hincapié en el hecho de que todos los intereses de los personajes del film están centrados en ascender puestos en la empresa; tanto los hombres, ganándose la amistad de sus superiores, como las mujeres, acostándose con ellos. También deberíamos centrarnos en el aspecto urbano del film donde reconocemos los grandes rascacielos de Manhattan habitados por miles de personas caminando de aquí para allá como si fueran la marabunta, espacios enormes repletos de escritorios, timbres de teléfono, un eterno murmullo de voces y tacones lejanos.


El sueño de Baxter, tener un despacho con su nombre escrito en la puerta, una secretaria y un teléfono propio para atender sus propios asuntos, está a años luz de verse cumplido hasta que se le ocurre prestar su apartamento a sus superiores. Sin embargo, el amor que siente por Fran le hace darse cuenta que ese no es el objetivo que el necesita. Los dos personajes son torpes y solitarios, dos criaturas perdidas en una metrópolis, ninguno de los dos tiene amistades ni nadie en quien apoyarse. Wilder y Diamond los trataron con una gran sensibilidad y ternura, ya que, aunque tengan historias deprimentes y hayan tonteado con el suicidio anteriormente, se necesitan mutuamente por su incapacidad de vivir en soledad. Es curioso como el apartamento, deprimente y oscuro en un inicio, cambia radicalmente con la presencia de Fran, haciéndolo más habitable, más luminoso, más acogedor.


El papel de ambos es brillante, pero Lemmon, aún sobreactuando en momentos puntuales, borda uno de los mejores papeles de toda su carrera. José Luís Garci apuntó que, “Gracias a Wilder nació Woody Allen, pero gracias al papel de Lemmon nació su personaje”. No nos costaría mucho imaginar a Woody Allen en el papel del solitario y patético perdedor que es Baxter, personaje del cual todos se aprovechan y burlan.


El apartamento no fue una película de éxito, tampoco arrasó en la taquilla ni mucho menos, en cambio se metió a la crítica en el bolsillo. Posteriormente arrasó en los Oscar consiguiendo cinco estatuillas: mejor director, mejor montaje, mejor película, mejor dirección artística y mejor guión original. Wilder, que contaba con dos Oscar al mejor director y tres como mejor guionista, había escrito su nombre con letras de oro en el cielo de Hollywood.

El contexto es otro ingrediente esencial en este film. El inicio de la década de los 60 estaba marcado por un rápido cambio de la vida cotidiana donde la juventud comenzaba a gozar de un tiempo de ocio mucho mayor, el rock’and’roll y la televisión se instalaban en la vida americana, la mujer poco a poco iba ganándose su independencia dentro de una sociedad aposentada en un aceptado machismo, la guerra fría se ponía al rojo vivo y Kennedy llegaba al poder.


La valentía de Wilder y Diamond reside en la manera de mostrar a un personaje que no sólo sabe afrontar los cambios de su tiempo, sino que ninguno de ellos le hace ser feliz, ni la televisión, ni el progreso laboral, ni el ocio que le permite tener su empleo. Wilder nos muestra la deshumanización que sufre la ciudad de Nueva York mediante un personaje que desgraciadamente es bastante familiar dentro de la fauna urbanística, es ese con el que nos topamos en la cola del supermercado con una comida precocinada en la mano que vive en un pequeño piso de apenas 40 metros cuadrados, carente de vida social y ninguneado en el trabajo.


Es caviar universitario, la típica película que citan sin cesar y te obligan a aprenderte de cabo a rabo cuando asistes a la universidad. De Wilder se decía que era un director sin estilo, que pasaba desapercibido y que no tenía el carisma de otros monstruos de la pantalla. El tiempo lo ha juzgado como debía y lo ha encumbrado como uno de los directores más importantes del cine americano, no olvidemos que es uno de los muy pocos directores que ha escrito todas y cada una de las películas que ha dirigido. Amante y partidario del “estilo invisible”, así como lo fueron John Ford o Howard Hawks, dejó su huella en la historia con un gran número de obras maestras y fue el último gran director clásico en abandonarnos (falleció en el 2002). El apartamento es una película de obligado visionado, un clásico del cine que mantiene su esencia como en el primer día.


Brillante comedia negra sobre la soledad.


1 comentario:

INMA dijo...

Me encanta esta pelicula, y en general todas las de Billy Wilder. Y Jack Lemmon que es escandalosamente estupendo y Shirley McLain que son un tándem especial y maravilloso.
Gracias por recordar esta pelicula :D

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