lunes, 2 de agosto de 2010

El verano de los géneros: MUSICAL


Semana a semana, nos hemos plantado ya en agosto. Este mes lo hemos querido comenzar con un género fresco que nos alegre las calurosas tardes del verano: el musical, del que veremos su evolución histórica en tan sólo unos instantes. Ya mañana hablaremos, como siempre, de las series de televisión, donde nos centraremos en aquéllas en las que la música es su principal protagonista y veremos algunos de los mejores episodios musicales de ficciones conocidas por todos.

El nacimiento del musical en el cine estuvo, inevitablemente, relacionado con la llegada del cine sonoro. Curiosamente, ambos se estrenaron el mismo día gracias a una misma película: El cantor de Jazz (1927), donde sólo las escenas de Al Jonson eran sonoras (y con música). A ésta, le siguieron muchas otras películas en las que aparecían escenas musicales como Lights of New York (Bryan Foy, 1928) o La melodía de Broadway (Harry Beaumont, 1929).


Sin embargo, los años dorados de este género comienzan en los años treinta y se extienden hasta los cincuenta. De hecho, Hollywood lanzó más de cien musicales sólo en 1930. La saturación del público fue tal, que en 1931 la cifra descendió hasta 14 y a algunas películas originalmente musicales, como The Life of the Party, acabaron cortándoles las canciones en el montaje final. Destacan títulos como Kiss Me Again (William A. Seiter), Viennese Nights (Alan Crossland) o King of Jazz (John Murray Anderson).


Si existen dos estrellas que destacaron especialmente en estos años del cine clásico, ésos fueron Fred Astaire y Ginger Rogers. Juntos protagonizaron comedias románticas musicales como Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935), En alas de la danza (George Stevens, 1936) o Ritmo loco (Mark Sandrich, 1937).




Sin embargo, llegó un momento en que los musicales comenzaron a resultar demasiado repetitivos. La transición hacia un nuevo modo de entender los musicales estuvo encabezada por la Metro-Goldwyn-Mayer, concretamente con la figura de Arthur Freed. Este productor llevó a la gran pantalla algunos de los musicales más conocidos por todos. Desfile de Pascua (Charles Walters, 1948) es uno de ellos. Un día en Nueva York (1949) estuvo dirigida por Stanley Donen y Gene Kelly, quien también la protagonizó.  La experiencia debió de ser buena, ya que volvieron  a compartir la dirección en Cantando bajo la lluvia (1952). Un americano en París (1951), que se alzó con seis estatuillas doradas, y Melodías de Broadway (1953) son otras dos películas dirigidas por Vicente Minnelli y producidas por Arthur Freed.




Los sesenta supusieron un regreso al musical clásico, aunque los gustos musicales de la sociedad de aquella época incidieron de manera notoria en este género. De hecho, el propio Elvis Presley protagonizó algunos musicales durante estos años: El indómito (1961),  Puños y lágrimas (1963), Frankie and Johnny (1966),  Pista de carreras (1968) o Mis problemas con las mujeres (1969) son algunas de ellas.

Mientras tantos, en estos mismos años, se producen en Hollywood otros títulos muy conocidos como West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961), My fair Lady (George Cukor, 1964) o Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964). Esta última, que probablemente marcó la infancia de todos nosotros, obtuvo trece nominaciones a los Oscar y se hizo con cinco de ellas, incluida la de Mejor Actriz para Julie Andrews.




Los musicales de los setenta estuvieron aún más marcados que en la década anterior por los ritmos de la época. El rock y el pop se introducen en películas mucho menos cursis que la mayoría de las realizadas hasta aquel momento. Resulta curioso el caso de Grease, rodada a la manera tradicional pero con canciones completamente diferentes a las que oíamos en sus predecesoras. Los musicales continuaron su curso, pero su éxito resultó mucho menor al alcanzado en los cincuenta. En los ochenta y los noventan destacan películas como Annie (John Huston, 1982) o Evita (Alan Parker, 1996), protagonizada por Madonna y Antonio Banderas.


Mención aparte merecen las producciones animadas de Disney, en las que la música cobra especial sentido en estos años. Todos conocemos (y probablemente cantamos en nuestra infancia) las canciones de La sirenita (Bajo el mar...), La bella y la bestia (Se oye una canción...), El rey león (Hakuna Matata... Yo voy a ser el rey león y tú lo vas a ver...), Aladdin (Un mundo ideal...) o Pocahontas (Y colores en el viento descubrir...).




En la actualidad, parece que los musicales han vuelto a recuperar su popularidad, aunque evidentemente no se llega a realizar el exagerado número de los años 30. Sin embargo, películas como Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001) han conseguido devolverle la frescura a este género. También se han llevado a la gran pantalla adaptaciones de tradicionales obras musicales de teatro, como El fantasma de la ópera (Joel Schumacher, 2004), Chicago (Rob MArshall, 2002), Dreamgirls (Bill Condon, 2006) o ¡Mamma Mía! (Phyllida Lloyd, 2008).




En el cine de Bollywood, la música ha estado siempre muy presente. De ellos sacó la inspiración Baz Luhrmann para su Moulin Rouge. En la India, las propias películas son promocionadas a través de sus canciones, que se lanzan incluso antes del estreno del film para que así el público asistente a la sala pueda cantarlas. En los últimos años ha tenido mucho éxito en occidente Slumdog Millionaire, que aunque es una producción inglesa, nos muestra con acierto los números musicales propios del cine bollywoodiense.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grease y Moulin Rouge, sin duda.

Lucía dijo...

Jordim, a mí también me encantan.

Diego, gracias por abrirnos las puertas de tu blog y dejarnos pasar :P Suerte a ti también :D

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