“¿Justicia? ¿Qué le importa a usted la justicia?
Ni siquiera le importa haber dado con el hombre correcto o no.
Todo lo que sabe es que se ha perdido algo y alguien tiene que ser castigado por ello.”
Donald Martin, Incidente en Ox-Bow
Rebuscando en los cajones de la memoria nos topamos de improviso con recuerdos olvidados, secretos que se traspapelan y pequeños detalles pasados que se nos han escurrido entre los dedos de las manos. Entre los recuerdos hay sabores, melodías y escalofríos que nunca olvidaremos, pequeñas historias que nos obligan a hacer un alto en el camino, invitándonos a reencontrarnos con ciertos sucesos o ciertas sensaciones, conteniendo nuestra respiración unos segundos antes de reanudar la marcha. Echando la mirada hacia atrás, muy atrás, descubrimos una “peliculita” que a día de hoy es más que un peliculón, y que nos obliga a hacer una pausa en nuestro camino; Incidente en Ox-Bow.
William A. Wellman necesitó únicamente 75 minutos para dejar una huella indeleble en el western. Wellman fue un director de películas emblemáticas de los treinta como Enemigo público (1931), Ha nacido una estrella (1937) y Beau Geste (1939), además gozaba de la fama de ser considerado como uno de los mejores directores de cine de aventuras del momento. Paralelamente, un joven novelista llamado Walter Van Tilburg irrumipiría a la escena con un trueno llamado Incidente en Ox-Bow, novela publicada en 1940 que se convertiría en su primer éxito y en la obsesión del director. Wellman se enamoró de la novela y solicitó insistentemente a Darryl F. Zanuck la compra de los derechos de la novela de manera inmediata. Zanuck, importante productor hollywoodiense (jefazo de la Fox), los compró por unos cuantos miles de dólares, aunque no accedió a producir el film. Lamar Trotti se ocupó de ella siguiendo las recomendaciones de Zanuck, rodar el film íntegramente en plató. Por ello, el mismísimo Trotti se encargó de adaptar la novela de Van Tilburg, ajustándose a las limitaciones con respecto a la financiación y producción del film (poco más de 500.000 $). Wellman no tuvo más remedio que adaptarse a las condiciones, de todos modos no tenía tiempo de atender las demandas de guión al estar finalizando La estrella del Variedades (estrenada en 1943).
Tras varios meses de trabajo Trotti consiguió completar un guión que se rodaría entre finales de junio y principios de agosto de 1942, aunando los escenarios en pro de una económica producción, logrando que la mayoría del film se completase en interiores. El film se completaría con un elenco estelar encabezado por Henry Fonda, seguido por Dana Andrews y Anthony Quinn, redondeado por grandes secundarios como Harry Morgan o Mary Beth Hughes. El 21 de mayo de 1943 se estrenó en EEUU, recibiendo un amplio apoyo por parte de la crítica, que al momento la nombró como la película del año junto con La sombra de una duda, de Hitchcock. No se puede decir que en taquilla fuera un éxito, aún así, la Academia no la olvidó a la hora de incluirla como una de las nominadas a la mejor película. El éxito de Incidente en Ox-Bow fue más bien tardío, gracias al renombre que se había ganado en Europa, concretamente en Francia, donde fue considerada una de las obras más influyentes de la década. Su influencia es palpable en el cine de directores de la talla de Clint Eastwood, demostrando una vez más que el tiempo es un juez inapelable.
El incidente tiene lugar en el valle de Ox-Bow, cercano a la localidad de Bridger’s Wells (Nevada), en 1885. Gil Carter (Henry Fonda) y Art Croft (Harry Morgan), son un par de vaqueros que trabajan como temporeros en la región. En su travesía hacia el sur deciden tomar un trago en el Conby’s Saloon. Una vez en el Saloon conversan sobre la serie de robos de reses que se vienen sucediendo en la comarca, hecho que tiene intraquila a toda población de Bridger’s Wells. Allí mismo reciben la noticia del asesinato Larry Kincaid y el posterior robo de su ganado, un conocido ranchero oriundo del lugar que contaba con la simpatía de la mayor parte del pueblo. La muerte del popular personaje se convierte en la gota que colma el vaso, el gentío se agrupa en las puertas del Saloon pidiendo venganza. La ausencia del alguacil provoca que todo llamamiento a la ley y el orden se desoiga, entre la multitud se erigen líderes de dudosa condición moral, sedientos de sangre y muerte. Ambos amigos siguen al convoy que va en búsqueda de los supuestos asesinos. Una vez los encuentran deciden tomarse la justicia por su mano.
Antes de abordar la trama haré un espacio dedicado al elenco de actores. Fonda y Harry Morgan hacen de maestros de ceremonia, ambos son el nexo de unión entre el espectador y el puñado de bestias que vemos en pantalla. El carácter sencillo y reflexivo de la pareja nos transmite el punto de vista desde el cual está narrado el relato, uniendo los comentarios y tímidas réplicas de todos y cada uno de los personajes del film. Dentro de una puesta en escena bastante teatral donde encontramos complejas secuencias ocupadas por casi una veintena de figurantes, cada personaje encuentra su espacio para declarar su punto de vista, regalándonos la frase que le definirá durante todo el metraje, dándole lugar para decidir si quiere ser partícipe o no del horror que está a punto de cometerse. Dejadme añadir que Henry Fonda logra culminar otro gran papel, dejando entrever su incipiente interés por las tramas de índole similar como puede apreciarse en 12 hombres sin piedad (1957), film con el que guarda muchísimas reminiscencias.
Wellman narra el suceso de una manera cruda y sobria. Su dirección está falta de sentimiento, nos muestra con desprecio a una panda de infames pueblerinos que buscan implantar su ley a golpe de martillo. Cada uno tiene sus razones, algunos sólo quieren ir a mira aludiendo al aburrimiento, otros sencillamente participan por saciar su sed de sangre, por desatascar de vez en cuando el cañón de su Winchester, y finalmente está la frustración de la derrota, el trauma de la Guerra de Secesión que no abandona el corazón de los que combatieron con el ejército confederado.
La película, aún siendo minúscula, tuvo un peso importantísimo dentro de la industria, concretamente dentro del género del western. La influencia fordiana en la película es más que tangible, el cine de Ford era un modelo para la mayoría de cineastas de la época, desde Orson Welles a Kurosawa. Sin embargo, Wellman intenta dar una vuelta de tuerca dentro del género apostando por una historia tan interesante como provocadora. El western estaba considerado un género ligero enfocado al gran público, la crítica no lo tomaba en serio y pocos directores gozaban de su simpatía. Incidente en Ox-Bow llega a tontear con el cine negro, introduciéndonos por primera vez en el género conceptos como el de falso culpable, reflexiones sobre el equivocado sentido de la justicia o argumentos referentes al crimen sin castigo. El film demostró que el western también puede tratar temas profundos y delicados, poniendo de manifiesto la versatilidad del género, prolongando su vida hasta nuestros días.
Incidente en Ox-Bow es una profunda reflexión sobre la moral y la conducta humana, recalando en la delgada frontera que separa al hombre del monstruo. Al contrario que en Fuenteovejuna, la ley termina por imponerse al caos sembrado por el pueblo, demostrando su valía y fiabilidad en los momentos en los que se decide el futuro de una sociedad, convirtiendo al film en un poderoso alegato a favor del imperio de la ley.
Una joya casi olvidada.
- Os dejo con un trailer narrado por el mismísimo Fonda. -
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