Hace ya semanas que terminó la primera temporada de The Big C en Estados Unidos, la serie de Showtime de la que os hablamos a mediados de agosto y que constituyó el primer estreno de este curso. Ya entonces os contábamos el éxito que había tenido en su estreno, el mejor de la cadena en los últimos ocho años, y os la recomendábamos como serie a seguir en la temporada de otoño.
Además, la comparábamos con Breaking Bad por esa gran C que tienen en común Walter H. White y Cathy Jamison, los protagonistas de ambas series. Sin embargo, si algo nos ha demostrado esta primera temporada de The Big C es que, precisamente, esa gran C que da título a la serie no es el cáncer, sino la excelente Cathy.
Y es que esta enfermedad no es más que una excusa para adentrarnos en la vida de una mujer que, un día, se da cuenta de que está cansada de ser quien es y decide romper drásticamente con todo aquello que no le permite crecer.
Atención, SPOILERS. Si no quieres enterarte de nada de la primera temporada de The Big C te recomendamos que no sigas leyendo.
De este modo, Cathy aleja a su marido, cuya ausencia es fundamental en esa búsqueda que nuestra protagonista realiza de sí misma; cambia la relación con su hijo, con quien quiere pasar cada momento de lo que le pueda quedar de vida; consigue que la desconocida vecina de enfrente se convierta en su mejor amiga; logra intimar con su hermano y hace las paces con la que un día fue su amiga del alma.
Y, mientras tanto, ante el temor a la muerte, continúa viviendo la vida. Conoce a un hombre que la adora y la trata tan bien, que pronto nos olvidamos de su marido; su médico se enamora de ella y le impide a su alumna Andrea, la única persona que decide abandonarla, que lo haga.
Durante trece capítulos, Cathy experimenta la vida de una forma tan directa que, al final, se da cuenta de que está preparada para soportar cualquier tratamiento si éste consigue que ella mejore, aunque se las haga pasar muy canutas. También la triste muerte de Marlene influye. Qué golpe tan duro y qué lástima que nos quedemos sin la magnífica Phyllis Somerville.
Cathy vuelve con su marido, quien le apoya y le da la fuerza que necesita, y le cuenta a su hijo sobre su enfermedad. Un hijo por el que se preocupa porque no llora, un personaje al que queremos zarandear en más de una ocasión para que espabile de una vez y que, con su despertar del último episodio, nos transmite unas terribles ganas de llorar.
Nos ocurre lo mismo con el marido, queremos tanto a Cathy que la entendemos en cada paso que toma. Si decide dejar a su marido, ¡por algo será! ¿Que se acuesta con otro? ¿Y por qué no? ¿Que lo deja a él y vuelve con el marido? Pues bueno, habrá que aceptarlo y, con el paso de los episodios, ¡ya os digo yo que sí lo hacemos! Incluso si al final de la temporada hubiese decidido abandonarlo todo y huir con su médico, la habríamos querido igual.
The Big C terminó hace algunas semanas en la televisión estadounidense y nos dejó con un vacío hasta la próxima temporada, porque sí, ya ha sido renovada. Podría haber terminado aquí y, de hecho, ante el giro de la trama en los capítulos finales nos preguntamos qué camino tomarán los guionistas el año que viene. Esperaremos con ansias su regreso.
1 comentario:
No la conocía, da el perfil de una serie medianamente interesante. El auge de series en EEUU es increible, están comenzando a igualarse al nivel cinematográfico y puede traer consecuencias. Esperemos que sean todas positivas para nosotros!
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