martes, 3 de agosto de 2010

Crónicas de Tannhäuser: The Rocky Horror Picture Show

“Sólo soy un dulce travestido de Transexual, Transilvania”

Dr. Frak-N-Furter, The Rocky Horror Picture Show




Tengo que reconocerlo, no soy el fan número uno de los musicales, no voy buscándolos por las carteleras y tampoco pierdo la cabeza si tengo que ir al teatro a verlos. Reflexionando sobre el tema, estoy seguro de que la mezcla de una almibarada felicidad junto con la sordidez de las historias sea lo que más me echa para atrás, hace que vea los musicales con una ceja levemente levantada y con cierto recelo. En cambio siempre he apreciado las coreografías, me he embobado con los bailes y enamorado de las canciones. Al fin y al cabo soy un melómano empedernido, un enfermo de la música sin remedio alguno, cosa que me devuelve a la corriente una y otra vez, obligándome a seguir viendo musicales por si algún día suena la flauta y encuentro uno hecho a mi medida.

De entre todos ellos hubo uno que me fascinó nada más verlo, sobre todo por la fiesta que se armó a mi alrededor en la cual todo el mundo se sabía de memoria todas las canciones, gags y situaciones del film. Casualmente, el film contenía esos ingredientes que he mencionado antes y que habitualmente he repudiado, una inquietante felicidad unida a una historia sórdida, inconexa y perezosa como pocas he visto en una pantalla de cine. Sin embargo, la energía que me transmitió esa película no la he experimentado con ningún otro musical, te hace olvidarte de la historia, mover los pies, bailar, saltar y gritar como pocas (ninguna en mi caso).

The Rocky Horror Picture Show es, más que una película normal y corriente, una fiesta, un documento histórico que tiene vida propia más allá de los 100 minutos que lo componen, de hecho, es considerada la primera película de culto, algo que por supuesto se ha de coger con pinzas. Asimismo, es una película que aún se exhibe en muchos países, de hecho, tanto en Madrid como en Barcelona, se suele proyectar una vez al mes, incluso se ha llegado al número de una vez por semana a causa de la gran afluencia de público que asistía a estas orgías musicales. Por lo tanto, al margen de la calidad del film, estamos ante una de las películas con más vida de la historia del cine, ya que desde 1975 no se ha dejado de proyectar por el mundo entero, ostentando el récord de ser la película que lleva más tiempo en cartelera (35 años a día de hoy).

Vayamos atrás en el tiempo, concretamente a 1964, a Tauranga, una pequeña localidad del norte de Nueva Zelanda donde Richard O’Brien, joven guionista y actor de origen británico, decide tomar el viaje de vuelta a Inglaterra tras trece años viviendo con su familia en el punto más alejado del globo. En Londres esperaba labrarse un futuro como actor y guionista dentro del teatro. Su fuerte era el musical y gran parte de su talento se dejó ver en Hair (1970), un musical de rock que estuvo durante nueve meses como cabeza de cartel en la escena teatral de Londres. Poco más tarde interpretó a un apóstol en Jesucristo Superstar (1972), donde tuvo la oportunidad de conocer a Jim Sharman, importante director de teatro australiano. La amistad entre ambos les llevó a luchar codo con codo por una historia que llevaba años rondando por la cabeza del excéntrico O’Brien. The Rocky Horror Show (1973) era una obra de teatro que mezclaba un cúmulo de géneros que iban desde la ciencia ficción, el terror y la comedia con una alta carga de erotismo y ganas de crispar el ambiente. La obra fue un éxito rotundo hasta el punto de que la BBC la situara en su listado particular de musicales, como el octavo más importante de la historia.


Poco más de un año hizo falta para que la Fox se diera cuenta del potencial de este musical rebelde que tenía por protagonistas a una fina y conservadora pareja de prometidos que se ven pervertidos y manchados en su pureza virginal por un científico extraterrestre travestido del planeta Transexual (no es broma). Se preveía tal éxito que incluso Mick Jagger estuvo presionando por obtener el papel de científico (Dr. Frank-N-Furter), pero finalmente fue otorgado a un joven actor de teatro que presumía de una sólida carrera a sus espaldas a pesar de sus 29 años, he aquí al díscolo y levantisco Tim Curry, un grande allá donde los haya. Por otro lado, el casting no falló con la elección de una jovencísima, guapísima y desconocidísima Susan Sarandon que se dio a conocer tras su sensual e inocente interpretación de Janet Weiss, subiendo la temperatura de las salas y convirtiéndose en uno de los símbolos eróticos del momento. Así pues, con O’brien como guionista e interpretando a uno de los personajes del film, y Jim Sharman como director, la película tiró hacia delante con vistas a su estreno a principios de 1975.

Desprendámonos de todas las prendas que tengamos encima e introduzcámonos en la calenturienta historia que protagonizan Brad Majors (Barry Bostwick) y Janet Weiss (Susan Sarandon), una pareja de recién prometidos que sufren una avería en medio de la carretera cuando iban en búsqueda de su viejo amigo y antiguo profesor, el Dr. Everett V. Scott (Jonathan Adams). Perdidos en medio de la nada, ven a lo lejos una mansión en la que parece haber luz en su interior. Al llegar les recibe el inquietante mayordomo Riff Raff (Richard O’Brien), que parece guardar muchas reminiscencias con Igor (ayudante del Dr. Frankenstein en El jovencito Frankenstein). La pareja descubre una fiesta en el interior en la cual los invitados bailan y cantan Time Warp, lo que parece ser una tradición del planeta del que provienen, el planeta Transexual (cada vez que escribo esto me pregunto que estoy haciendo con mi vida). Seguidamente nos presentaran al Dr. Frank-N-Furter (Tim Curry), un científico loco travestido que revelará a todos su nueva creación, Rocky Horror (Peter Hinwood), un hombre creado con el único fin de tener sexo con él. A partir de ahí, la película se vuelve una locura que prosigue en varios líos de sábanas y canciones hasta llegar al colofón final, donde Frank-N-Furter, Brad, Janet, Rocky, Columbia (Nell Campbell) y el Dr. Everett preparan una obra teatral que sirve traca final para el sorprendente desenlace.

Cabe decir que el recibimiento por parte de público y crítica no fue el esperado, parecía que ese millón de dólares que tenían de presupuesto iba a ser complicado de amortizar con la recaudación. Con la soga al cuello, Jim Sharman y Richard O’Brien volvieron al teatro con el rabo entre las piernas y un tachón negro en su expediente. Para más inri, la película comenzó a prohibirse en varios países por fomentar el travestismo y la homosexualidad, hecho que les condenó a las listas negras de la industria.


Sin embargo, comenzó a correr la voz de que la película no había sido retirada de todos los cines. El uno de abril de 1976 se congregaron cientos de personas a la entrada del Waverly Theatre en Nueva York a medianoche, todos ellos disfrazados como los personajes de la película. Ruidosos y esperpénticos, entraron al cine y cantaron todas las canciones del film, repitieron todas los diálogos, escenificando todas las secuencias y haciendo un striptiese colectivo. La película, al contrario de lo habitual, se vivía como si fuera una fiesta, así como se vivía el cine en los antiguos nickelodeons (salvando las diferencias). Este culto llevaba varios meses extendiéndose a lo ancho y lo largo de los EUA y, seguramente nadie creería que se prolongase hasta el día de hoy, de hecho, se ha intentado llevar a otras películas pero no hubo éxito con ninguna. Este fenómeno espontáneo reportó unos beneficios brutales a la Fox, llegando a recaudar 140 millones de dólares en beneficios.

The Rocky Horror Picture Show se convirtió en un fenómeno de idolatría kitsch, narrándonos una historia que homenajeaba y satirizaba las películas de ciencia ficción de los cincuenta de la RKO, así como El planeta prohibido, Doctor X o El hombre invisible, junto con el cine de terror de los sesenta. El pastiche proseguía con una versión glam del mito romántico de Frankenstein y una extraña banda de vampiros travestidos alienígenas, que liderados por un adalid de la sensualidad interpretado por Tim Curry, al más puro estilo mad doctor, pervierte y derrumba los valores conservadores de una pesimista sociedad americana que cambiaba su mentalidad tras el fin de la guerra de Vietnam.

Sin complejos, con la bandera de la libertad ondeando sobre nuestras cabezas, en las antípodas de lo convencional, Richard O’Brien y Jim Sharman nos regalan una de los musicales más insólitos que se recuerden. La trama, insisto en ello, es algo devastador, realmente demencial e insana, por ello recomiendo que se vea la película como un ariete diseñado derribar las puertas de lo políticamente correcto y lo establecido, una fiesta de la que se ha de disfrutar en compañía de amigos, una oda al rock’n’roll.

Una locura maravillosa.


Time Warp - The Rocky Horror Picture Show

2 comentarios:

José R. González dijo...

35 años emitiéndose no son casualidad :) Es una película única. Un abrazo

SE dijo...

Desde luego la fama le precede, y la música es más de mi gusto que la de otros musicales, pero donde esté ese violinista de las alturas...

Un saludo.

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