“Mi padre le hizo una oferta que no pudo rechazar.
Luca Brasi le puso una pistola en la nuca y mi padre le dijo que
podía escoger entre sus sesos desparramados
sobre el escritorio o firmar el contrato...
Mi familia es así Kay, pero yo no”.
Michael Corleone, El Padrino
La portada lo dice todo. Me pregunto que es lo que tengo que explicar sobre una película que se ha introducido de tal manera en el subconsciente de todo el mundo, desatando imitaciones o rememorando ciertas frases que han quedado para la eternidad. El cine tampoco la ha olvidado, sólo hay que echar un vistazo a las películas del género para darse cuenta de que una película sobre la mafia no es tal hasta que no aparece en pantalla alguna boda, bautizo o cualquier tipo de liturgia religiosa que reúna a toda la “familia”. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo y aún así la película siga conservando su fuerza. Mientras llevaba a cabo la pertinente revisión de la película (básicamente para refrescar, aunque poca falta hacía) caí en la cuenta de que El Padrino era para mí una magnífica película (una obra maestra) tras haber visto decenas de grandes películas. Sin embargo, el paso del tiempo, la madurez de uno mismo y el bagaje fílmico acumulado (cuanto tiempo perdido, por Dios), me ayudaron a apreciar aún más la película amplificando su enorme figura, invitándome a conocer recovecos ocultos dentro de tan magna obra que la hacían (si cabe) aún más genial, aún más perfecta. Como resultado final no podía hacer más que permanecer sentado en el sofá esbozando una leve sonrisa, invadido por un torbellino de felicidad y diciéndome para mis adentros: “Es íncreible”.
El Padrino se ha convertido en un símbolo con vida propia, una imagen reconocible por la gran mayoría del público que relaciona instantáneamente con la melodía de Nino Rota o la típica imitación de Don Vito. Su presencia en nuestro entorno es palpable, constituyéndose como sinónimo de “buen cine”, inmortalizándose como una fuente rebosante de sabiduría de la que puede beber tanto el erudito director como el espectador medio. Tomaré prestadas las palabras de Jesús Palacios en su libro Alégrame el día: “Tiendo a creer que fue después del éxito de la novela de Mario Puzo y sobre todo, del film de Francis Ford Coppola, cuando los gángsters, esos inmensos megalómanos comparables a su manera a las mismísimas estrellas de Hollywood, se apropiaron alegremente del término “padrino” como han hecho con otros tantos tópicos cinematográficos referidos a su peculiar oficio”. Y concluye con: “El Padrino extendió este término como símbolo del poder supremo en la sombra, a otros ámbitos culturales, no sólo relacionados con el crimen, sino de cualquier tipo”.
Mario Puzo y los inicios del proyecto
Una vez habiendo dejado claro este punto rebobinaría la película hasta su primer segundo, hasta el segundo número cero, hasta su creador. Mario Gianluigi Puzo (Mario Puzo para los amigos), fue un novelista que nació en pleno corazón de Manhattan (Hell’s Kitchen) justo con la entrada de la Ley Seca en 1920. Este personaje, que decía encontrar la felicidad en una buena comida, jugar al tenis, apostar jugando y mirar el techo de su casa durante horas mientras escribía, finalizó El Padrino en 1969. Curiosamente, Puzo jamás tuvo contacto directo con la mafia, lo único que hizo fue recopilar la información sobre los sucesos que tuvo que cubrir durante su etapa como periodista. Lo único que pretendía era hacer caja con la novela (su quinta novela en este caso), sin embargo, no sólo se llenó las manos de billetes, sino que también recibió una buena montaña de amenazas por parte de la mafia.
El éxito fue rotundo, Don Vito Corleone y Michael se habían convertido en personajes muy atractivos para el público. Puzo introdujo a la audiencia de habla inglesa términos en italiano que provenían en su mayoría del mundo del hampa, así como lo eran pezzonovante, omertà, consiglieri o caporegime. Además, destapó varios secretos referentes al modus operandi de la mafia siciliana que impregnaron de veracidad las páginas de la novela. Aunque la mayor parte del público y la crítica alabó el profundo realismo del relato, Puzo aseguró que la imagen de mafia que había plasmado en la novela era una visión propia y muy romántica del mundo del sindicato del crimen.
La película, al contrario de lo que se piensa, estuvo firmada de antemano. Robert Evans, productor ejecutivo de la Paramount, se hizo con los derechos de la novela por 12.500 dólares un año antes de que saliera al mercado. El film iba a titularse inicialmente Mafia y seguiría el borrador que Puzo había escrito para la major. Sin embargo, el éxito de la novela llevó a que los ejecutivos de la Paramount se vieran obligados a cambiar el título a El Padrino, aprovechando así el tirón del best-seller de Puzo. El estudio, al igual que Puzo cuando escribió la escribía, sólo esperaba explotar comercialmente la novela, sacando la máxima tajada posible a través de una producción de serie B.
Esto último quedaba en entredicho tras los fracasos cosechados por diversos films del género, como por ejemplo la fallida y repleta de clichés, Mafia (The Brotherhood), estrenada en 1968 y protagonizada por Kirk Douglas. La crítica de Evans era que todas las películas sobre la mafia italoamericana estaban protagonizadas por actores de Hollywood disfrazados de italianos, por ello siempre hizo hincapié en que el elenco debería de ser italoamericano, como dijo él mismo; “en la película se debe de poder oler el spaghetti”. A causa de esto último muchísimos directores dieron la negativa a dirigir el proyecto, entre ellos encontramos nombres tan ilustres como el de Elia Kazan o Sergio Leone, por otro lado, el elenco de actores palidecía al no poder contar con los actores que tenían pensados.
La llegada de Coppola
Finalmente, Evans dio con Francis Ford Coppola, un joven director de apenas treinta y un años que hasta el momento sólo había dirigido un puñado de fracasos. Pese a sus “antecedentes”, Evans creyó en él para dirigir la película, sobre todo porque ambos compartían las mismas ideas acerca del proyecto. Coppola escribió un guión mientras que Puzo hizo lo suyo con otro. Una vez terminados combinaron los escritos y sintetizaron la historia. Salta a la vista que en la novela muchas de las subtramas como la de Luca Brasi o Johnny Fontane están mucho más desarrolladas que en la película. Esto sucede porque Coppola y Puzo pretendían basar la mayor parte de la trama en el núcleo familiar, dejando de lado los flashbacks e historias alternas en pos de las historias que concernían a Don Vito y sobre todo, a Michael.
Paralelamente una sombra se cernía sobre el proyecto, de nuevo, las intimidaciones por parte de la mafia y diversos colectivos en defensa de la comunidad italoamericana, amenazaron con boicotear la película e incluso se llegaron a recibir amenazas de bomba. Tanto los productores ejecutivos como el director hicieron caso omiso de las amenazas, eso sí, tomaron ciertas precauciones a la hora de escribir el guión. Aquí nos encontramos con otra de las anécdotas de El Padrino, ya que Coppola y Puzo acordaron eliminar del guión cualquier referencia a la palabra “mafia” para evitar caldear los humos tras los acontecimientos que envolvieron al film.
Primeras complicaciones
Una vez concluido Puzo se desligó de la película, dejando a Coppola al mando de un barco que emprendía paulatinamente un rumbo demasiado ambicioso. El orondo director tenía dos graves problemas; uno era la falta de un Don Vito (tras la negativa de Laurence Olivier), el otro era que no tenía clara la ubicación temporal del relato.
El primer punto fue harto complicado de conquistar ya que Coppola quería contar con Marlon Brando para ese papel. Brando se había labrado una muy mala reputación dentro de Hollywood, ya fuera por su carácter rebelde o su falta de profesionalidad en algunos proyectos, la mayoría de estudios le habían cerrado la puerta. La Paramount no iba a ser menos y puso sobre la mesa una serie de leoninas condiciones que debía cumplir. A sabiendas de que Brando se negaría a aceptarlo, la Paramount le impuso hacer una audición como al resto de actores, además cobraría 250.000 dólares por su trabajo en la película más un plus de porcentajes (esto último era algo a lo que Brando siempre se negó), eso sin contar con que cualquier demanda de Brando que se saliera del presupuesto o acción que provocara pérdidas importantes de dinero, irían a cargo del bolsillo del director. Contra todo pronóstico (supongamos que Coppola le hiciera una oferta que no pudiera rechazar), los productores se vieron impresionados por la actuación del actor, el cual se convirtió (como todos sabemos) en Don Vito Corleone tras llenarse las mandíbulas de algodón para alterar el aspecto de su rostro y su voz.
El segundo punto tenía que ver con las bases del proyecto, cualquier duda o titubeo harían tambalear la película, incluso podrían hacer fracasar la totalidad del proyecto. Coppola insistió al estudio para que aumentasen la producción del film. Si en un principio iba a ser una modesta película de millón y medio de dólares, el director estaba pidiendo un aumento de nada más y nada menos que cinco millones. Tras largas negociaciones tensando la cuerda y un ultimátum de Coppola amenazando con abandonar el proyecto, el estudio cedió a sus peticiones apoquinando lo demandado. No obstante, la confianza en el director comenzaba a flaquear, no sólo por la elección de Marlon Brando, sino por la inclusión en el proyecto de un tal Al Pacino.
Sólo con una película a sus espaldas como protagonista (Pánico en Needle Park), Pacino se postulaba como el gran fracaso de la película. Evans tuvo que pelearse con la mayoría del estudio para mantener a Coppola en la silla de director. Éste sin embargo mantuvo firme su decisión, declarando de esta manera una guerra abierta con el estudio y haciendo peligrar la totalidad del proyecto. Lo que en un principio se planteó como una sencilla película de serie B destinada a llenar las arcas de la major, se había convertido en un arma de doble filo capitaneada por un terco director con pésimo currículum, un actor desconocido con ínfima experiencia a sus espaldas y un rebelde veterano de las pantallas que al igual que Atila, por donde pisaba nada volvía a crecer.
Continuará.
-Os dejo con el trailer original.-
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