Esta semana nos toca pasar mucho miedo, y no por las olas de calor que no cesan de venir ni porque cada vez parece más cercano el fin del verano. No, vamos a pasar miedo porque esta semana hemos decidido dedicarla al terror.
El cine de terror está presente desde los primeros años de la historia del cine. En 1896, George Méliès realiza Le manoir du diable. También Japón se introduce en el género durante estos años con títulos como Bake Jizo y Shinin no Sosei. Será en 1910 cuando los Estudios Edison produzcan la primera versión de Frankenstein.
Sin embargo, es en el cine expresionista alemán donde realmente encontramos las raíces de este género. Películas como El Golem (Paul Wegener, 1915) o El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) serán determinantes para el desarrollo del cine de terror en la industria de Hollywood. El cine expresionista alemán también producirá la primera película de vampiros, Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), una adaptación no autorizada del Drácula de Bram Stoker.
Fue a partir de los treinta cuando las películas de terror comienzan a popularizarse, con exitosas producciones como Drácula o Frankenstein (ambas de 1931), dos personajes que ya habían sido llevados a la gran pantalla. También del Doctor Jekyll y Mr Hyde se realizó un remake en 1931. Michael Curtiz dirigió en 1933 Los crímenes del museo. Durante los años cuarenta se continuaron realizando películas de terror y, sobre todo, se llevaron a cabo diversas secuelas de Frankenstein. Además, cobran importancia las películas de serie B producidas por la RKO, entre las que se incluyen La mujer pantera (1942), Yo anduve con un zombie (1943) y El ladrón de cadáveres (1945).
Con la llegada de los cincuenta, la inspiración gótica de las películas de terror se sustituyó por dos subgéneros: el fin del mundo y los demonios. También cobran fuerza la importancia de amenazas exteriores, como la invasión alienígena. En Japón, además, donde habían conocido de primera mano los efectos de la radiación nuclear, se realizan films en los que priman las mutaciones de personas, plantas e insectos. Otros títulos como El enigma de otro mundo (1951) o La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) trataron de explotar la atmósfera existente en Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Aunque los fantasmas y los monstruos continuaron siendo populares, el demonio siguió presente en muchas producciones, como Suspense (Jack Clayton, 1961), The Haunting: la mansión encantada (Robert Wise, 1963) o La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968). En cuanto al subgénero del fin del mundo, Los pajáros de Alfred Hitchcock (1963) quizás sea el mejor ejemplo de cómo la naturaleza se vuelve contra el hombre. En estos años, Hitchcock también dirigió Psicosis (1960), de la que ampliaremos información en las Crónicas de Tannhäuser de esta semana.
Una importante influencia del cine de terror de finales de los sesenta fue George Romero, cuya Noche de los muertos vivientes (1968) fue catalogada “cultural, histórica y estéticamente significante” y está, por ello, protegida por el United States National Film Registry.
El hecho de que importantes directores como Polanski hubieran realizado filmes de terror, llevó a estas películas a abandonar su categoría “B”. En los setenta, se hace popular el ocultismo. Las reencarnaciones y las posesiones también serán temas recurrentes. El exorcista (William Friedkin, 1973), Las dos vidas de Audrey Rose (Robert Wise, 1977) o La profecía (Richard Donner, 1976).
Brian de Palma lleva al cine en 1976 la primera adaptación de una novela de Stephen King, Carrie, John Carpenter realizó el exitoso Halloween (1978) y Sean Cunningham creó Viernes 13 (1980). En 1975, Steven Spielberg inició su ascenso con Tiburón y en 1979 Ridley Scott obtuvo un merecido éxito con Alien, un film que reunía la violencia gráfica de los setenta, el argumento sobre monstruos de décadas anteriores y la ciencia ficción.
Todavía en los noventa el género de terror continúa desarrollando temas propios de las décadas que le preceden. La trilogía de El muñeco diabólico (1988) adquiere un gran éxito en estos años. También se realizan secuelas de Pesadilla en Elm Street, Viernes 13 o Halloween durante esta década.
Durante los noventa, el terror se vuelve especialmente paródico. Es el caso de Tu madre se comió a mi perro (Peter Jackson, 1992), pero también de otras como las sagas de Scream (Wes Craven, 1996) o Sé lo que hicisteis el último verano (Jim Gillespie, 1997), especialmente pensadas para el público adolescente.
Los inicios del siglo XXI supusieron un período tranquilo para el género. El relanzamiento de El exorcista (2000) gozó de gran éxito. El terror adolescente pervivió en títulos como Destino final y sus múltiples secuelas. Los otros (Alejandro Amenábar, 2001) supuso el regreso del terror psicológico. En estos años, además, se realizan muchos remakes de películas de terror asiáticas, como The Ring (2002) o El grito (2004).
Además, los zombies vuelven a nuestras pantallas de la mano de Resident Evil (2002) y la británica 28 días después (Danny Boyle, 2002). George A. Romero reaparece en nuestras salas con títulos como La tierra de los muertos vivientes (2005), El diario de los muertos (2007) y Survival of the Dead (2009). El año pasado, la película independiente Paranormal Activity gozó de gran éxito.
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